¿Es la psicología una ciencia?
La psicología no puede ser considerada como una ciencia desde el momento en que su comportamiento no encaja en el paradigma científico materialista actual. Se hace necesaria una nueva visión más amplia de lo que significa ser psicólogo.

Desde sus inicios la psicología ha sido considerada como una ciencia. Todo lo que hacemos en psicología se realiza desde el punto de vista del paradigma científico actual. Eso significa que tomamos el mismo método científico que utilizamos para otras ciencias y lo aplicamos a la psicología, independientemente de que esto sea factible o no, o de que nos lleve a unos resultados que puedan ser considerados como válidos.
Personalmente, creo que el hecho de considerar a la psicología como una ciencia es un error grave. Hay muchas cosas en psicología con las cuales no podemos aplicar el método científico. Muchas cosas no se pueden demostrar en laboratorio y no se pueden medir. Los seres humanos no somos cobayas con quienes se pueda experimentar, aunque algunos no tengan reparos con eso. Y, sin embargo, desde sus inicios nos han vendido la psicología como una ciencia, aun sin contar con los elementos necesarios para encajar en el paradigma científico materialista actual -obsoleto a mi juicio-.
Aquellas personas no psicólogos que sean científicos de verdad, por ejemplo, matemáticos, médicos en especialidades muy técnicas como los neurólogos, o etc., a menudo nos recuerdan el hecho de que la psicología no se puede comparar a lo que ellos hacen y que la psicología no es una ciencia en sí misma; que carece de los atributos que se le exigen a una disciplina para poder ser considerada una ciencia. Y no se equivocan demasiado.
Por otro lado, muchos psicólogos que oyen esto se sienten ofendidos porque lo entienden como una desvalorización de la psicología cuando en realidad no tendría que ser así. La psicología no es menos válida por no ser una ciencia materialista. El problema es que vivimos en una era en la que la ciencia es la nueva religión, y en esta religión los hay muy radicales.
Es de sentido común que la psicología no encaja en el estrecho paradigma científico materialista actual, y eso no tiene que ser ofensivo. En ese sentido proponemos aquí una forma diferente de observar la psicología, que no le reste seriedad y que incluso le aporte una calidad extra en su uso y tratamiento, que pueda hacer que sea más efectiva para todos aquellos usuarios de los servicios psicológicos.
Para entender por qué la psicología ha llegado a desarrollarse de esta forma tenemos que ir a sus orígenes y estudiar cuáles fueron los condicionantes que intervinieron en la deriva que ha tomado después la psicología. Autores como Pierre Janet, de quien hemos hablado en este blog, eran especialistas de la salud mental que utilizaban el método científico hasta cierto punto, pero que desarrollaron técnicas terapéuticas que se alejan mucho de los tecnicismos y el tipo de trabajo que manda la ciencia materialista. Por ejemplo, él anotaba todas sus observaciones, el primer paso en el método científico. Pero luego tenía en cuenta muchas cosas que van mucho más allá de aquello que se podía medir a la hora de tratar a sus pacientes.
Pero la psicología se vio más condicionada por los conductistas con sus

métodos radicales -y absurdos- de medición de todo tipo de fenómenos psicológicos y eso es lo que nos ha llegado hasta el día de hoy. Para ser sinceros, gran parte de la obsesión por medirlo todo tiene más que ver con los programas de control mental llevados a cabo en los años 50-70 en Estados Unidos y que están en la base de la creación de la APA, la American Psyquiatric Association.
La obsesión por medirlo todo y por seguir un método científico en psicología, lleva muchas veces a los psicólogos a hacer malabares para demostrarle a la Comunidad Científica que una técnica concreta es válida y que debería ser admitida como suficientemente científica. Además, hay que explicarla y aplicarla con un método que sea medible científicamente. Un ejemplo de esto es el protocolo creado para la aplicación de la técnica EMDR. Un protocolo bastante absurdo, inflexible, que constriñe al psicólogo y al paciente, y que limita a la hora de poder desarrollar todas las variantes y usos reales que podría llegar a tener esta técnica. Por otro lado, toda aquella técnica que no pueda seguir este tipo de protocolos de medición, y toda la serie de ritos y formalidades que se exigen en ciencia, se consideran inválidas para los psicólogos y se meten dentro del saco de las pseudoterapias.
A efectos de medidas físicas, vemos que hay algunas cosas dentro de psiquismo humano que se pueden medir. El tiempo de reacción, por ejemplo, es algo que se puede medir. Pero el grueso de las cosas que conforman aquello que entendemos por psiquismo humano no se puede medir. El sufrimiento humano se puede medir y, sin embargo, en algunas técnicas se utilizan escalas para medir el sufrimiento para que el psicólogo pueda comprobar si está funcionando o no. Como si esto no fuera evidente a simple vista solo observando las reacciones fisiológicas del paciente. En muchos contextos no podrás aplicar ningún tipo de medición para saber si aquello está funcionando, con lo que tendrás que basarte en la experiencia.
Y aquí tenemos un problema grave porque la experiencia ha sido denostada hasta el punto de no considerarse como algo válido dentro de ninguna ciencia. Aunque tu experiencia clínica te muestre que una técnica concreta está funcionando, si la evidencia científica afirma que esa técnica no funciona, tu opinión no será tenida en cuenta. Podrás incluso ser ridiculizado si te atreves a afirmar que una técnica funciona porque tu experiencia clínica trabajando con ella así lo confirma.
La conclusión que sacamos muchos cuando vemos este tipo de cosas es que al final la obsesión por hacer parecer a la psicología una ciencia nos limita mucho más de lo que nos ayuda. En muchos sentidos el comportamiento de la comunidad científica actual se puede comparar con el comportamiento de una secta; con una estrechez de miras y una intransigencia más propias de un hatajo de extremistas que de un equipo de científicos. Se entiende la necesidad de ser tomados en serio, pero no se entienden ni la intransigencia ni la radicalidad de algunos, rasgos muy alejados del carácter asistencial que deberían mostrar los psicólogos.
Muchas de estas actitudes, lejos de ayudar a la psicología, hacen que termine por quedar arrinconada y encajonada en un tipo de modelo de trabajo que resulta demasiado limitante. Se nos escapan muchas más cosas de las que podemos abarcar con el método científico. Y nos exigimos tanto a nivel de ciencia que al final descartamos demasiados conocimientos y prácticas que, de ser un poco más flexibles, podrían valer perfectamente para ayudar a las personas. Porque al final se trata de eso.
En ese sentido, o bien cambiamos los parámetros que nos llevan a considerar la psicología como una ciencia, o bien creamos una nueva forma de entender la ciencia en la que encaje la psicología. Se trata de crear una nueva fórmula en la que puedan tener cabida las particularidades de la psicología. Y eso tiene que ser así porque se hace cada vez más evidente que aquí hay algo más que un cerebro físico compuesto de neuronas, y que reacciona ante los estímulos que se le presentan. Para hacerme entender lanzo al lector una sencilla pregunta: ¿El cerebro crea los pensamientos?

Si preguntamos a una persona lega, la respuesta que nos darán será: “Sí, el cerebro crea los pensamientos”, y no les podemos pedir más. Sin embargo, cualquier psicólogo entiende que el cerebro no crea los pensamientos. Si entendiste bien aquella clase en la facultad de psicología sabrás que el cerebro se limita a hacer su trabajo fisiológico, esto es, la creación de conexiones químicas y eléctricas diversas. Pero el pensamiento no se crea ahí, en el cerebro. Los pensamientos vienen de otra parte. Y esto no lo digo desde un punto de vista religioso ni espiritual. No soy una persona creyente, pero sí tengo claro que somos algo más que va más allá del cuerpo y del cerebro físico.
Esto nos lleva a una encrucijada muy interesante dentro del mundo psicológico que, de ser bien manejada, podría traernos muchos beneficios a todos. Digamos que en un extremo del continuo tenemos al psicólogo científico radical que no considera que exista nada que no se puede medir. En el otro extremo del continuo tenemos al psicólogo espiritual, iluminado, que perdió el norte hace mucho tiempo y que ya no se guía por lo científico, claro, pero que tampoco se guía por la lógica más básica. Y en medio de estos dos extremos tenemos a una gran gama de psicólogos que se debaten por saber qué significa esto, cómo mido aquello, que valor tiene esta experiencia, como encajo las creencias espirituales dentro de mi práctica, como me explico esta vivencia, etc., sin saber muy bien hacia qué lado decantarse.
Lo cierto es que entre los dos extremos del continuo hay espacio de sobra para cierta “espiritualidad”. Y lo pongo entrecomillado porque no quiero caer en la trampa de lo místico. Hay espacio para comprender y acoger la idea de que los seres humanos somos algo más, y que puede dar la explicación a la pregunta ¿dónde se generan los pensamientos?
El cerebro no genera los pensamientos humanos. Nos queda reconocer que hay algo más, el motor de la máquina, algo que ahora no se nos permite, puesto que el paradigma científico es tan estrecho que no da para generar argumentos en esta línea de pensamiento. Ahora bien, es difícil aceptar esta realidad del ser humano sin irse hasta el extremo de la espiritualidad sin lógica y terminar perdiéndose en el mundo místico. No somos matemáticos, pero tampoco somos chamanes. Tiene que haber un equilibrio y nos toca encontrarlo a los psicólogos. Un equilibrio entre la radicalidad y la cuadratura de la supuesta ciencia, y la charlatanería mística.
Es un error despreciar el mundo material solo porque entendemos que tenemos una parte espiritual en nosotros, porque percibamos que somos algo más que nuestro cuerpo físico. Por ejemplo, desde el punto de vista del trauma, sabemos que sus efectos dejan una huella física en todo el sistema nervioso. El daño del trauma es mensurable con escáner cerebral, precisamente porque genera una secuela física. Aquel profesional que no tenga esto en cuenta y se limite a intentar sanar las heridas del alma, generará más daño que bienestar a su paciente. De la misma forma aquel psicólogo que esté convencido de que las únicas técnicas válidas para tratar a las personas son aquellas con suficiente evidencia científica, ni siquiera creerá en la existencia del trauma. De hecho, este tipo de psicólogos ni siquiera creen en la existencia del fenómeno de la disociación, precisamente porque no se puede medir y porque contiene elementos de algo espiritual, que ocurre más allá del cuerpo físico. Un punto de vista tan radical solo nos puede traer problemas.
Es cierto que se plantea un problema grave que tenemos en psicología y es el intrusismo. Pero tenemos que admitir que en parte el intrusismo que padecemos es culpa de la inutilidad de la psicología para tratar muchos problemas que tiene la gente. Por un lado, está la falta de conocimiento de los psicólogos sobre trauma y apego, algo de lo que ya hemos hablado. Por otro lado, está la negativa de muchos psicólogos a reconocer que los seres humanos somos algo más que nuestro cuerpo físico. La persona que tenga creencias o que intuya que hay algo más; o incluso quien haya tenido experiencias parapsíquicas y tenga la certeza de ser algo más que su cuerpo físico, nunca encontrará respuestas en la psicología. Estas personas irán a buscar en cualquiera de las múltiples escuelas intrusivas que se autodenominan terapéuticas que campan por sus dominios en todo el territorio español y también en el extranjero.
Pero todos estos problemas tendrían solución si ampliamos nuestro punto de vista y fuéramos más flexibles a la hora de aceptar que, efectivamente, hay algo más. La psicología está obligada a abarcar todos los aspectos del ser humano. Eso incluye todo aquello que no vemos y que no podemos medir. Y por eso la psicología no es una ciencia y no puede encajar en el paradigma científico actual. Abramos espacio para que la psicología pueden expresarse y extenderse en toda su grandeza. Comencemos a dar las respuestas que nos piden los usuarios de la psicología y vayamos un paso más allá al descubrimiento del ser humano en su totalidad.
Y recuerda que puedes encontrar el podcast correspondiente a esta entrada aquí.