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¿Somos víctimas las mujeres?

La victimización femenina está siendo manipulada de tal forma que las auténticas víctimas quedan ocultas, mientras que las aprovechadas se llevan el mérito y los recursos.


En mis podcasts y mi blog hablo extensamente de la victimización, de sus procesos y del comportamiento de las víctimas. Siguiendo en esa línea, en esta entrada vamos a describir dos casos reales de mujeres implicadas en procesos de victimización que nos dan dos buenos ejemplos de lo que está pasando hoy día en la sociedad. Son las dos caras de la moneda de la victimización, y nos van a dar una muy buena perspectiva del comportamiento de las mujeres y de la sociedad ante las violencias que sufrimos.


Primer caso: Una víctima real


Para explicar el primer caso tenemos que recordar algo sobre la problemática de los abusos sexuales, y es que las mujeres que han sufrido abuso sexual en la infancia y que no han reprocesado el trauma de estos abusos en terapia, tienen muchas más probabilidades de terminar en relaciones con pederastas y con maltratadores en la vida adulta, que las mujeres que no han sufrido nada de esto. Esto ocurre así porque esta mujer sigue teniendo un perfil psicológico de víctima y aborda sus relaciones de pareja desde la victimización que sufrió en la infancia.


La mujer del primer caso que voy a explicar es justamente una mujer que sufrió abusos en su niñez y que en su edad adulta ha terminado en una relación de pareja con un hombre que la maltrata y que, además, abusa sexualmente de su hija. Después de unos años con este hombre nuestra amiga denunció los malos tratos y fue en ese proceso que se enteró de que el padre estaba abusando sexualmente de su hija. Antes de que ella fuera a denunciar los malos tratos, el padre se le adelantó y fue a los Servicios Sociales a denunciar que esta mujer no estaba bien y que no trataba bien a sus hijos. Hay que decir que, puesto que esta mujer no se ha tratado sus traumas en terapia tiene graves problemas psicológicos. No maltrata a sus hijos ni es negligente con ellos, pero sí tiene problemas evidentes. En esto se basó el padre de los niños para denunciarla a los Servicios Sociales. Viendo esto, el juez les dio la custodia compartida a ambos progenitores. El padre de los niños, al darse cuenta de que el juez no le va a dar nunca la custodia plena, lo que hace es intentar que la madre tenga el menor acceso posible a los niños y le solicitó al Ayuntamiento de su ciudad que pusiera a los niños en guardia y custodia en algún centro o con alguna familia de acogida.


Tengo que aclarar que si esto le ha funcionado a este hombre es porque hay pruebas psicológicas que muestran que esta mujer no está bien. De ahí mi insistencia siempre en que las mujeres hagan terapia; no es tanto por ellas sino por el bienestar de sus hijos que las mujeres tienen que hacer terapia. Lo último que supe de esta historia es que los niños estaban internados en un colegio y cuya responsabilidad es del Ayuntamiento de la ciudad, y que la custodia la tiene la Comunidad Autónoma en la que viven; que apenas ven a sus progenitores pero que pueden pasar tanto tiempo con su padre como con su madre los fines de semana.


La madre tiene muchas probabilidades de que nunca le devuelvan la custodia plena de sus hijos y que la situación no cambie demasiado para ella. Y eso ocurre así porque es una madre vulnerable, con graves problemas psicológicos, con unos informes psicológicos que prueban que no está bien y con un comportamiento que lo corrobora.


Ahora mismo solo en España hay miles de casos similares a este que estoy explicando aquí, pero son casos de los que nunca vais a oír hablar en la televisión o en la prensa. Mucho menos vais a oír a un periodista o a un experto televisivo hacer la vinculación entre la violencia de género y los abusos sexuales sufridos en la infancia, a pesar de que la vinculación es clara y directa y hay evidencia de sobra que lo muestran. Estos son los casos dramáticos de mujeres que sufren procesos de victimización que arrastran toda la vida y que condenan a sus hijos a situaciones a su vez dramáticas. Estas son las mujeres que no encuentran ayuda en ninguna parte porque para ellas no hay centros de acogida que las ayuden cuando tienen que salir corriendo porque se han atrevido a denunciar al pederasta que está abusando de sus hijos, es decir, al papá de los niños.


Segundo caso: Una víctima fingida


El segundo caso que vamos a debatir aquí es el de otro matrimonio bien diferente a este primero. Estas son dos personas que nunca se han llevado bien y que por lo tanto nunca se tenían que haber casado. Desde la misma noche de bodas han estado siempre al borde del divorcio y a pesar de lo mal que se han llevado siempre terminaron teniendo un hijo. Los hijos nacidos en esta circunstancia solo traen más problemas a la pareja. Lejos de unirlos lo que generan normalmente es una mayor desunión, más conflicto y más peleas. Así fue como pasó con esta pareja, y a pesar de que pasaban los días gritándose el uno al otro “¡Me voy a divorciar de ti!”, sorprendentemente, al cabo de un tiempo, ella se vuelve a quedar embarazada y tienen un segundo hijo.


Y aquí hay que hacer un inciso para explicar hasta qué punto el comportamiento femenino es ilógico demasiado a menudo. No voy a cesar nunca de señalar la responsabilidad de las mujeres en las cosas que les ocurren. No tiene ningún sentido quedarse embarazada por segunda vez de un hombre del que estás dispuesta a divorciarte y con el que nunca te has llevado bien. El primer hijo ya trajo suficientes problemas, luego, no había ninguna razón lógica para volver a quedarse embarazada. Y una mujer puede controlar el número de hijos que tiene, por lo que no hay demasiadas excusas a este comportamiento.


Cierto es que el hombre en esta situación tiene su parte de responsabilidad también y eso no lo vamos a negar. Es evidente que algunos hombres tienen auténticos imanes de mujeres problemáticas, y salen de una relación con una de ellas y se meten a continuación en otra relación con otra mujer exactamente igual. Y es que los procesos de victimización son iguales para hombres y mujeres y el comportamiento que despliegan las víctimas también lo es. Este tipo de comportamiento de ambos componentes de la pareja corresponde a un tipo concreto de pareja de malos tratos donde ambos parecen tener el mismo problema, en este caso algún tipo de trastorno de apego que no les permite relacionarse con otras personas de forma madura. En estos casos se basan muchos criminólogos para afirmar que los perfiles de víctima y de victimario son iguales en muchos casos.


También hay que señalar y dejar muy claro que, al contrario que la mujer del primer ejemplo esta segunda mujer no ha sido víctima nunca de nada. Es decir, no tiene procesos de victimización pendientes y no está traumatizada, y esto lo prueba el hecho de que su relación con su marido no es una relación de violencia de género, sino que es una relación de violencia sin más, en la que ninguno de los dos componentes respeta al otro lo suficiente y donde cada uno ejerce un grado de violencia y agresividad concreto contra el otro componente. Son dos personas que se pelean entre ellos, cada uno de los dos con la misma capacidad y energía para defenderse y atacar. Aquí no hay ningún tipo de relación desigual porque aquí no hay ninguna víctima.


Entonces, sucede que la pareja se separa y tienen la custodia compartida de ambos hijos. Y la mujer, a pesar de no haber sido víctima de nada, tiene una tendencia a la autovictimización que puede llegar a ser exasperante. Delante de sus hijos llora y se queja de lo mal que la trata el papá, generando en sus hijos una sensación de frustración contra el padre y de compasión para con ella. No solamente manipula a los niños, sino que intenta molestar todo lo que puede a su expareja. De la misma forma que el padre del primer ejemplo intentaba que la madre no tuviera la custodia de sus hijos, esta mujer intenta por todos los medios que su exmarido no pueda ver a sus hijos, o le fastidia la visita de todas las maneras que puede. Sabe que el padre está muy unido a sus hijos y que haría cualquier cosa para verlos y para continuar su relación con ellos, y lo aprovecha para hacerle daño.


Este tipo de casos de víctimas sí los vemos en la prensa y en las redes sociales. La forma de tratar estos casos por la prensa hace que siempre se tengan muy presentes, al mismo tiempo que se ignora a las víctimas auténticas, como es el primer caso que hemos comentado aquí.


Desde que se inventó el término violencia de género ha habido una auténtica transformación en la forma en la que tratamos a las víctimas. Las leyes y los recursos sociales se han acomodado de un modo que una mujer cualquiera puede llegar a una comisaría y denunciar a un hombre por violencia de género sin tener evidencias de ningún tipo. Al mismo tiempo si tu problema no es de violencia de género, sino que es un problema de abusos sexuales en el que tu marido está abusando de tus hijos ya puedes tener cuidado, porque no va a haber nadie ahí para ayudarte. Ni los gobiernos, ni las feministas, ni las asociaciones de ningún tipo van a tener recursos que poner a tu disposición para que tú puedas poner a tus hijos a resguardo y mantenerlos en seguridad alejados del pederasta. He conocido casos de mujeres en esta disyuntiva a las que se les ha recomendado que no denuncien al hombre por pederastia, pero que sí los denuncien por violencia de género, porque esta parece ser la única forma en la que estas mujeres pueden sacar a sus hijos del hogar en el que están sufriendo violaciones continuadas a manos de su padre. Por un lado, denunciando los abusos sexuales del padre, la madre tiene muchas posibilidades de perder la custodia y que se la entreguen plenamente al violador de los menores (ya he conocido casos). Por otro lado, estas recomendaciones nos dan una muestra del auténtico abandono que sufren las víctimas de abusos sexuales en la infancia.


No solamente nos mienten cuando nos dicen que la violencia de género es un problema social que se genera porque el hombre percibe a la mujer como un ser inferior, es que además se obvia la verdadera razón por la que la mayoría de las mujeres terminan en relaciones de violencia hasta el punto en que no se deriva ni un solo recurso para atajar el problema de verdad donde hace falta, es decir, en el origen: en los abusos sexuales que estas mujeres han sufrido en su infancia.


No hace falta ser un genio para darse cuenta de que, si no hay recursos para tratar a las víctimas infantiles actuales de abusos sexuales, ni para protegerlos de sus padres pederastas, estamos condenando a estas víctimas, sobre todas a las niñas, a que crezcan siendo víctimas y que en su edad adulta repitan el mismo comportamiento que sus madres, es decir que se casen a su vez con pederastas y que se cierre así el círculo de la violencia sexual. Es este un círculo vicioso que no tiene fin y por alguna razón parece que el sistema social en el que estamos insertados no quiere ponerle fin. En ese sentido he conocido a varios casos ya de niños que han sufrido abusos y violencias en las instituciones públicas, como los centros que se encargan de su custodia.


La ley de violencia de género se creó para ayudar, en principio, a las mujeres maltratadas, pero qué duda cabe que está sirviendo como artificio para que muchas aprovechadas exploten los recursos del Estado. Por otro lado, es una ley que se demuestra inútil a la hora de proteger a las víctimas de verdad, como la víctima del primer ejemplo.


En este sentido y como aquí nos ocupamos de las mujeres y de sus procesos, y de cómo las mujeres tienen que cambiar, me gustaría llamar la atención de todas esas mujeres falsas e hipócritas, que destrozan la vida de sus hombres y que destrozan la vida de sus hijos, y que a la larga nos acaban haciendo daño a todas con su comportamiento infantiloide y egoísta: no tenéis derecho a hacer lo que hacéis.


Por otro lado también me gustaría llamar la atención de todas las mujeres que son observadoras de lo que está pasando y que nunca toman partido, para que se posicionen, para que hablen y para que actúen. Porque esto solo lo arreglamos entre todas y si nos quedamos mirando y no hacemos nada, nadie lo va a hacer por nosotras.


El modo en que se nos presenta la victimización femenina en la pantalla es un arma de doble filo. Podemos decir que nos están adoctrinando y que nos están lavando el cerebro para imbuir en nosotros una forma de pensar y de actuar concretas, y que genera un hartazgo en la población que hace que finalmente despreciamos a las víctimas falsas y abandonemos a las víctimas verdaderas. Es nuestra responsabilidad abrir los ojos y cambiar esta situación.



Puedes encontrar el podcast correspondiente a esta entrada aquí.

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