La estafa del feminismo
Cada vez que veo a esas niñas gritar en la calle en favor de unos derechos que han sido supuestamente vulnerados me reitero en mi decisión de abandonar el feminismo para siempre.

Hoy vamos a hablar del feminismo y lo vamos a hacer de una forma crítica. Yo no soy feminista, pero lo he sido durante muchos años. Abandoné cuando me harté de ser rechazada por las mujeres por ser feminista. Aquellas a las que yo pretendía ayudar me rechazaban y una y otra vez precisamente por eso. Abrí los ojos y me di cuenta de que las mujeres no quieren ser salvadas.
En comparación a cómo era en aquellos años tengo que decir es que es muy fácil ser feminista hoy día. Hace 20 años era realmente duro y difícil ser feminista. Las mujeres que hoy se lanzan a la calle a gritar por sus derechos con eslóganes feministas que algunos han escrito para ellas, te volvían la cara o directamente cambiaban de acera cuando te veían venir, porque sabían que tú eras feminista. Entonces era duro ser feminista, y era de valientes. Ahora ser feminista es fácil, porque ahora todas las chicas son feministas. De hecho, lo difícil ahora es no ser feminista y como a mí me gusta siempre nadar contracorriente pues ahora que todas son feministas yo ya no lo soy.
El feminismo es una estafa, sí. Lo afirma alguien que ha estado dentro y que ha militado durante muchos años. Lo afirmo desde la experiencia, pero lo afirmó sobre todo desde la observación detallada de la situación femenina actual; desde la lógica y el raciocinio y desde el amor que siento por mis hermanas mujeres.
Cuando dejé de ser feminista y comencé a observar este movimiento desde cierta distancia, lo primero que me llamó la atención es algo muy básico que tiene que ver con el nacimiento mismo del feminismo. Y es que nadie les preguntó nunca a las mujeres si eran felices con sus vidas de la forma en que vivían antes y si querían que se realizaran cambios en sus vidas. Por supuesto que las mujeres tenían problemas en sus vidas y algunos de estos problemas estaban vinculados a su relación con los hombres y estaban vinculados también a ciertas injusticias que se vivían a nivel social. Había ciertas libertades de las cuales las mujeres no gozaban, pero con feminismo o sin él aquello hubiera sido algo que hubiera terminado por desaparecer de todas las maneras, porque era solo algo que iba con el mero avance de las sociedades y con el progreso del ser humano. Lo que quiero decir, y qué voy a repetir a lo largo de todo el podcast es que, en realidad, el feminismo no nos ha regalado nada.
Desde sus inicios el feminismo se concedió autoridad a sí mismo para tomar las decisiones por las mujeres y nunca nos preguntó qué queríamos hacer nosotras. Incluso en los casos de mujeres infelices de verdad tampoco se molestó en preguntarles cuáles creían ellas que eran las mejores soluciones a sus problemas. Es decir, el feminismo solito creó el problema y la solución. Y todo Independientemente de lo que las mujeres tuvieran que decir sobre ello.

Si el feminismo hubiera preguntado a lo mejor se habría llevado algunas sorpresas. A lo mejor las mujeres le hubieran explicado que sus problemas no eran los que él calculaba que eran, sino que eran otros mucho más complejos. Por ejemplo, si el feminismo les hubiera preguntado a las mujeres ahora o hace cien años, es posible que entre los muchos problemas apuntados por las mujeres estuvieran los abusos sexuales en la infancia que sufrieron a manos de sus familiares en sus hogares.
Una de las mayores quejas que muchos le han hecho al feminismo es que nunca ha defendido los intereses de los menores, y es verdad. Al feminismo nunca le ha interesado arreglar los problemas de la infancia. Nunca le ha interesado, por ejemplo, atacar el abuso sexual. Y esto es muy llamativo porque, como sabemos bien los expertos, los abusos sexuales sufridos en la infancia están en la base de la mayoría de los casos de lo que hoy llaman violencia de género. Si de verdad el feminismo se ocupara tanto de las mujeres, lo que haría sería ir a la raíz del problema y ocuparse de lo que pasa con las mujeres cuando todavía son niñas. Y de paso, además ayudaría también a los varones. Pero por alguna razón al feminismo esto no le interesa, no le importa lo más mínimo lo que ocurra con los niños. Si el feminismo atacara de raíz el abuso sexual, los malos tratos, las negligencias, y el resto de las barbaridades que tiene que sufrir la infancia en todo el mundo, se acabarían la mayoría de los casos de violencia contra las mujeres, y muchas de las violencias que sufren los hombres también. Pero no seamos hipócritas, al feminismo eso no les interesa.
Y esto es importante señalarlo porque sé que muchas de vosotras militáis en el feminismo hoy día porque creéis que es el medio de acabar con la violencia contra las mujeres. Eso es falso. No necesitamos del feminismo para terminar con la violencia del tipo que sea. De hecho, el feminismo genera más violencia de la que resuelve a través de la crispación y el caos que crea. El hecho de que no se ocupen de los abusos sexuales en la infancia es una muestra de que al feminismo en realidad no le importa que las mujeres sigan siendo víctimas. Es más, en nombre del feminismo se crearon leyes que atan a las mujeres al victimismo y que nos convierten en eternas víctimas, algo que está muy lejos del supuesto empoderamiento que nos quieren hacer creer que nos aporta. No, no necesitamos el feminismo para que resuelva nuestros problemas de violencia como no necesitamos al feminismo para que resuelva nada.
La vida en el planeta se ha vuelto insostenible para las mujeres y las fórmulas que nos ofrece el feminismo para arreglar nuestros problemas no sirven para nada.
Fijémonos en un hecho real y reflexionemos sobre eso: el feminismo no solamente no nos ayuda a resolver nuestros problemas, es que la situación de las mujeres en el mundo es cada vez peor. No digo que esto sea por culpa del feminismo, pero sí digo que es evidente que el feminismo no puede arreglar los problemas de las mujeres. Si fuera así las mujeres ya no tendrían problemas, cien años después. El hecho de que las mujeres del mundo entero cada vez tengan más problemas (sin ir más lejos la violencia contra las mujeres que va en aumento), es un signo de que algo estamos haciendo mal, empezando por seguir los dogmas del feminismo.
Esta sería solo la primera de muchas críticas que yo le haría al feminismo. Otra de las grandes críticas serían la desacreditación del trabajo femenino, algo en lo que el feminismo se ha volcado de una forma visceral, violenta, casi animalizada. La desacreditación del trabajo femenino es un producto cien por cien feminista. Y por trabajo femenino entendemos tener hijos, criarlos y cuidar de la familia, elementos esenciales para la vida en este planeta, que de repente pasaron a considerarse un trabajo denigrante y sin ningún valor social al que ninguna mujer en su sano juicio accedería voluntaria. Y entendemos que lo que subyace a esa queja puede ser el hecho de que las mujeres tienen que hacer este trabajo de forma gratuita pero incluso reconociendo que esto es verdad, es erróneo pensar que la solución a este problema sea desacreditar el trabajo de las mujeres.
De hecho, que las mujeres tengan que hacer este trabajo de forma gratuita también es culpa del feminismo, desde el momento en que el feminismo ha sido el creador de la doble jornada para nosotras. Veamos cómo ha ocurrido todo y comprenderemos por qué el feminismo se equivoca en esto también: Cuando el feminismo decidió que en las sociedades modernas la mujer tenía que ser igual al hombre y salir a trabajar fuera de casa, no se paró a pensar que primero había que organizar el problema del trabajo dentro de casa. Y esto es algo muy importante que hay que mencionar: el trabajo dentro de casa es trabajo. Que tú no trabajes fuera de tu casa no significa que no trabajes. Por eso yo insisto siempre en hacer la distinción entre trabajar fuera de casa y trabajar dentro de casa. Yo no hablo en términos de “mujer trabajadora” o “mujer no trabajadora”. Insinuar que solo la mujer que sale a trabajar fuera de casa es trabajadora, o que solo ella es meritoria del término “mujer trabajadora”, me parece una falta de respeto y una burla hacia nuestras madres y abuelas. También me parece una falta de respeto hacia todas aquellas mujeres que hoy día han elegido ejercer de madres y esposas haciendo uso de su derecho. Porque estas mujeres también tienen derecho a elegir ¿o acaso no lo tienen?

Lo que ocurrió con la salida al mercado laboral de la mujer es que se generó una doble jornada para la mujer, porque el hecho de ningunear el trabajo casero no hace que desaparezca. Sigue siendo un trabajo y sigue siendo esclavo. Ante el problema de la doble jornada el feminismo no hizo absolutamente nada. Quejarse, nada más, que eso lo sabe hacer muy bien. Pero nunca hasta el día de hoy el feminismo nos ha dado una solución a este problema. ¿Soy la única que piensa que una solución podría ser el salario del ama de casa? ¿Cómo es que al feminismo no se le ocurrió valorar el trabajo de la mujer en todo lo que vale y ofrecerle el salario que se merece la mujer que trabaja dentro de casa? Claro está que muchas mujeres seguiremos saliendo a trabajar fuera de casa, pero por lo menos así la doble jornada no sería algo impuesto de forma inflexible a todas las mujeres hoy. Y digo que es algo impuesto porque hoy la mujer no tiene elección. Si quieres sobrevivir necesitas por lo menos dos salarios en tu hogar desde el momento en que tienes hijos. Hay algunas afortunadas que no necesitan trabajar fuera de casa, pero la mayoría de las mujeres lo necesitan para poder mantener a su familia. Y aquí tenemos una doble jornada impuesta por la fuerza a las mujeres. Esta es la gran chapuza del feminismo. Como digo muy claramente en mi libro: huyendo de la esclavitud conseguimos ser esclavas. Yo conozco cada vez a más mujeres que firmarían contentas si les dieran un salario por ser amas de casa; que abandonarían sus oficios sin que les temblara la mano, pero que no lo hacen porque nadie les ofrece esa oportunidad. ¿Dónde estará el feminismo cuando más lo necesitas?
Con respecto al mundo profesional y la manida igualdad con la que nos espolean, vaya por delante que las mujeres no pueden ser iguales a los hombres en lo que concierne al mundo profesional desde el momento en que la mujer tiene la capacidad de tener hijos, y en la mayoría de los casos desea tenerlos. Solo eso ya hace que todo en la vida de las mujeres sea diferente a como lo es en la vida de los hombres. No solo lo profesional, sino todo.
Y aquí subyace una de las quejas contra el feminismo que más hemos oído a lo largo de toda su historia, y es que el movimiento intenta convertir a las mujeres en hombres. Y es verdad y es irónico, porque a pesar de que el hombre es el enemigo contra el que hay que luchar, el incongruente discurso del feminismo se empeña en que las mujeres tenemos que llegar a ser exactamente lo mismo que son los hombres y a llevar la misma vida que llevan ellos, sobre todo en lo profesional. Es una degeneración de la mujeridad. De principio a fin el feminismo intenta destruir todo lo que somos para convertirnos en sucedáneos masculinos. No tiene ningún sentido. Y lo peor de todo es que las mujeres lo compran.
Cuando la mujer se decide a entrar en el mundo profesional, se ve obligada a hacer malabares para poder encajar su carrera con la maternidad. En algún momento la mujer tendrá que decidir sacrificar algunas partes de su vida en favor de otras. Estas son situaciones que la mayoría de los hombres jamás experimentarán, y por eso los hombres y las mujeres no podemos ser iguales. Y esto no es un alegato machista, esta es la vida misma imponiendo su sentido común.
Y aunque la mujer quiera dedicarse a algo de forma profesional y tenga un lado profesional muy desarrollado la mayoría de las mujeres no están por la labor de invertir la mitad de sus vidas en prepararse y en trepar para conseguir un puesto de alta responsabilidad en una empresa. Algunas lo hacen, pero son una minoría. Y no es por falta de oportunidades sino porque a la mayoría de las mujeres no nos apetece trabajar tanto solo para trepar profesionalmente. La mayoría de nosotras le damos más importancia a otras cosas. Ya hablamos en otro post sobre el techo de cristal y la estafa que también supone intentar convencernos de que no trepamos porque el patriarcado no nos deja. Es mentira, si no hay más mujeres directivas y ostentando cargos de alta responsabilidad es porque no nos da la gana. En Occidente por lo menos, podemos afirmar que así es.
Aunque ahora, en lo que concierne al mundo profesional, muchas chicas protestan y se quejan porque alguien les ha convencido de que ellas cobran menos que los hombres por realizar el mismo trabajo. El feminismo no solamente es una estafa, además es manipulador y mentiroso.
Para vuestra información, en el mundo occidental el conteo de los salarios se realiza por datos agregados. Es decir, se hacen medias de lo que ganan los hombres y las mujeres juntos, y luego se comparan esos datos. En ese sentido, es lógico que parezca que las mujeres cobran menos que los hombres porque las mujeres, como grupo, trabajan menos horas que los hombres. Muchos de los trabajos a media jornada los llevan a cabo mujeres. También hay diferencias en el tipo de trabajo que realizan unos y otras. No podemos hacer comparaciones salariales con puestos de trabajo con distintos requisitos y con distinta responsabilidad. Es lógico que un hombre médico cobre más que una mujer enfermera, como también es lógico que una mujer médica cobre más que un hombre enfermero. Por todo esto, cuando te dicen que existe una brecha salarial te toman el pelo porque quieren hacerte pensar que estás cobrando menos que tus compañeros por hacer el mismo trabajo. Te mienten y tú te dejas hacer.
Ya imagino aquí a muchas chicas que no han salido todavía al mundo laboral y que son muy feministas, porque es lo que toca ahora y porque es con lo que se han criado. Las imagino entrando en el mercado laboral el día de mañana esperando encontrarse con un jefe misógino que planea pagarle menos que a sus compañeros y esperando encontrarse con una resistencia feroz al hecho de que ella sea una mujer profesional. Imagino la cara que se le va a quedar cuando se encuentre con que nada de eso existe, con que cobra exactamente lo mismo que sus compañeros por hacer exactamente el mismo trabajo y con que se la respeta como una profesional más, porque la fase de despreciar a las mujeres que salen al mercado laboral la superamos hace décadas. Qué poco saben estas jóvenes que los problemas vinculados al mundo profesional que van a tener estarán más relacionados con las elecciones personales que tendrá que hacer tarde o temprano cuando ponga en la balanza su vida profesional y su vida personal, es decir su carrera o sus hijos. Y aquí estará sola, porque el feminismo la habrá abandonado hace tiempo y estará escondido por algún rincón, como el gran cobarde que es.
Otro de los grandes discursos sobre los derechos que nos ha ayudado a obtener el feminismo está vinculado a la liberación sexual de la mujer. Ya hemos hablado extensamente de la promiscuidad y de la falta de dignidad de las mujeres actuales, por lo que aquí solo voy a hacer un pequeño comentario. Yo hablo en mi libro de cómo el feminismo utilizó la figura del corsé para forzar una simetría entre la opresión que esta prenda ejercía supuestamente sobre el cuerpo femenino y la opresión del patriarcado, y explico que una de las precursoras de la idea de vivir sin corsé fue Coco Chanel, que fue una de las precursoras de la liberación sexual. Eliminar el corsé no solamente eliminó una prenda fundamental que las mujeres habían usado durante siglos por voluntad propia y no por orden del patriarcado, y que las permitían mantenerse erguidas, que les protegía el pecho y los órganos y que les daba la flexibilidad necesaria para realizar los trabajos duros que la mayoría de ellas tenían que llevar a cabo. Eliminar el corsé además supuso despojar a la mujer del respeto social que se le tenía antiguamente, porque la eliminación del corsé se hizo con la excusa de la liberación sexual. Y por ese camino fue como la mujer acabó siendo solo un cuerpo. Así fue como las mujeres pasaron a considerarse a sí mismas cuerpos en exhibición. Porque si la mujer hoy día está cosificada es porque así lo desea ella.

La mujer se comporta como un pedazo de carne, vendiéndose al mejor postor, porque alguien la convenció de que eso es ser libre. ¿Os dais cuenta de que sólo se habla en términos de libertades con respecto a las mujeres cuando hablamos de sexo? Te han estafado si consideras que tener el derecho a abrirte de piernas es ser libre, o siquiera que pueda ser considerado como un derecho. Pero te han estafado sobre todo si te has creído que este derecho te lo ha regalado el feminismo. Las mujeres siempre han gozado de libertad para acostarse con quien ellas quisieran. Otra cosa es que quisieran hacerlo. Supongo que la diferencia entre aquellas mujeres y las de hoy es que aquellas todavía tenían dignidad.
Los derechos a abrirte de piernas, a venderte como un trozo de carne, o a prostituirte solita, ni son derechos ni te ayudan de ninguna manera; son regalos envenenado que no necesitamos.
Pero pasemos al género, que lo mejor está por llegar. Cuando yo militaba todavía éramos libres para hablar en términos de sexo. Ahora ya no, ahora estáis obligadas a utilizar el término género. Y si crees que exagero cuando digo que estáis obligadas haz la prueba: intenta hablar en términos de sexo en lugar de hablar en términos de género cuando estés con tus amigas feministas y verás lo que pasa.
El discurso en mi época era que era mejor no condicionar a los niños desde su nacimiento en que eran varones o hembras para evitar sesgos y estereotipos de género. Eso abrió paso al intercambio de la palabra sexo por la palabra género y esto, con el tiempo, ha degenerado en que ya no nacemos con un sexo concreto, sino que el sexo ya no existe y por lo tanto tú puedes ser en la vida lo que tú quieras independientemente de cómo hayas nacido. Este es el discurso que utilizan hoy algunos grupos de hombres que desean borrar a las mujeres del planeta. Estos mismos individuos se han apropiado también de todos aquellos eslóganes del feminismo que crearon las grandes feministas a las que vosotras admiráis. Por ejemplo, la pederasta Simone de Beauvoir se inventó la majadería de que No se nace mujer: se llega a serlo, queriendo dar a entender que las mujeres se fabrican en algún momento entre el nacimiento y la edad adulta. Monique Wittig, otra feminista majadera también, que se inventó que Las mujeres no existen. Si alguna vez pasó a la historia de la humanidad me gustaría que fuera por haber hecho algo que de verdad le sirva a alguien. Me sentiría bastante avergonzada de pasar a la historia por haber soltado por la boca tamañas majaderías. Por cierto, que si las líderes del feminismo son pederastas, una termina por entender por qué no se ocupan de la infancia, o por qué miran para otro lado con respecto a los abusos sexuales…
Pero vamos a lo que importa. Estos eslóganes que parieron en su momento cuatro feministas (supuestamente) son los alegatos que utilizan hoy ciertos individuos para borrarnos del mapa afirmando que el sexo no existe, y que por lo tanto las mujeres no existen y que por lo tanto un hombre puede afirmar que es una mujer si le place. Y así es como llegamos a el hombre es la nueva mujer. Y si te quejas todavía te ganas un guantazo.
Así las cosas, yo les pregunto a las chicas que hoy se sienten identificadas con el feminismo: ¿No os parece extraño que todos aquellos eslóganes con los que nos ha aleccionado el feminismo durante décadas se estén plasmando ahora en los alegatos que usan algunos para borrar a las mujeres del mapa? A mí no sólo me parece extraño, además me parece indignante. Me parece también muy llamativo que las mujeres se consideren halagadas ante eslóganes tan estúpidos, que encierran significados siniestros y que no que no nos hacen ningún bien. ¿Por qué tendría yo que sentirme orgullosa, honrada, o empoderada porque alguien haya dicho que las mujeres no existen, siendo yo una mujer?
Podría seguir y seguir porque el feminismo no hay por donde cogerlo y cuando has militado tanto como yo y has hecho tantas cosas como yo, tienes material de sobra para criticarlo, para juzgarlo y para tumbarlo. Pero de momento me voy a parar aquí.
Y voy a cerrar apelando al sentido común de las mujeres. Tiene que haber una forma mejor de entender la vida que esta que hemos adoptado nosotras en las últimas décadas. El gran problema de las mujeres es que estamos peleadas entre nosotras, divididas, aisladas y eternamente enfadadas las unas con las otras, y cien años de feminismo han bastado para mostrarnos que no será a través de él que lograremos unirnos todas y cambiar las cosas. El feminismo no une, sino que separa. A nosotras también.
Por otro lado, debemos comenzar a cuestionarnos quién ha tomado decisiones por nosotras y si esto es de verdad lo que queremos. Las propias mujeres deben saber que no están obligadas a seguir dogmas elaborados por nadie. Las normas que rigen nuestras vidas deben ser las que nosotras elijamos, y para eso, primero tenemos que estar unidas.
Puedes escuchar el podcast correspondiente a esta entrada aquí.
