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La Violencia Sexual contra la Infancia

La mayoría de los abusos sexuales contra la infancia se cometen en el hogar a manos del padre.




Con respecto a los abusos sexuales en la infancia existen varios factores para tener en cuenta. Primero, como muchas víctimas ya afirman, usar el término “abusos” es quedarse cortos. Por eso aquí los llamamos por su nombre: Violencia sexual en la infancia, porque de eso hablamos.


A pesar de lo que nos cuentan en las noticias, la mayoría de los casos de abusos contra menores se dan en el entorno familiar o dentro del hogar de las víctimas. El hogar es, en realidad, el lugar más peligroso para la infancia, seguido del colegio. Existen casos de abusos sexuales infantiles en otros entornos también, como los deportivos, los recreativos, como los campamentos de verano, o los entornos religiosos.


Pero a nivel mundial existen estudios indicando que el ochenta por ciento o más de los abusos sexuales se cometen en el hogar, dentro de la casa, y la mayoría de esos abusos son cometidos por hombres, normalmente el padre. Por eso lo propio es hablar de los abusos dentro del hogar y de los pederastas en masculino.


Existen familias que actúan como mafias donde está el pederasta gobernando el clan, y luego, todos los demás, cada uno con su rol particular que contribuye de alguna forma a que el pederasta pueda seguir actuando. Se trata de personas cómplices y encubridoras. Estas encubridoras son normalmente las figuras femeninas, como la madre o algunas otras.


Algo que encontramos con frecuencia es que mujeres que han sido víctimas de abusos sexuales en la infancia terminan implicándose en relaciones de pareja con pederastas. Son mujeres que ya están disociadas y traumatizadas, y eso hace que sean incapaces de ver el peligro.


Con respecto a los victimarios (los pederastas), escuchando a las víctimas hablar de ellos comprobamos que en la mayoría de los casos son personas con personalidad psicópata. Los psicópatas son individuos que observan al resto de las personas como instrumentos de los cuales deben sacar provecho en algún momento. Así, cuando un pederasta se da cuenta de que es difícil conseguir presas infantiles al azar, lo que hace muchas veces es casarse y tener hijos, para poder abusar de ellos impunemente. En otros casos, hay pederastas que no quieren esperar a que las mujeres tengan hijos, por lo que seducen a las que ya los tienen, por ejemplo, las divorciadas con hijos, y terminan utilizando a esas mujeres para abusar de sus hijos.


Que la propia madre esté traumatizada o haya sido víctima, no justifica su encubrimiento ni su silencio en la violencia sexual contra sus hijos. Proteger a los hijos no tiene que ver con el trauma, sino con la ética y la responsabilidad. Por eso no se puede justificar el comportamiento cómplice de pederastia apelando al trauma, a la disociación, o a la victimización.

Los pederastas suelen ser muy promiscuos y abusan de todos los niños que pueden, utilizando a quienes sea necesario para hacerlo. Pero también es verdad que algunos pederastas pueden escoger a algunos niños de los cuales no abusan, ya sea por un asunto moral frente a la familia, o porque a esos niños los tienen como favoritos y no quieren hacerles tanto daño. Y cuando decimos que no quieren hacerles tanto daño, nos referimos a un trato diferente, pero que no exime del peligro a estos menores. Esos “favoritos” pueden quedar afectados también. Es posible que no sufran violaciones, pero los exponen igual a ciertas cosas como la pornografía, o los hacen partícipes de los abusos de otros. Eso también es abuso.


Pero algo que resulta sorprendente es que en la mayoría de los casos de abuso intrafamiliar la madre mira para otro lado, es decir, no hace nada al respecto.



Las mujeres en general tienen una tendencia natural a ocultarlo todo. Suelen ocultar todo lo que pueden y viven en una negación perpetua, en una ocultación constante de cualquier cosa que no les dé buena imagen. En lo que respecta a los hijos, por ejemplo, pueden ocultar sin problemas el abuso cometido por el padre, pero a un nivel menos extremo, también vemos que ocultan cualquier problema que surja, ya sea una enfermedad o que el niño no saca buenas notas.


Las mujeres no necesitamos ser violentas. Lo de utilizar la violencia física es algo más propio de los hombres. Nosotras tenemos recursos de sobra para hacer nuestra voluntad sin necesidad de apelar a la violencia. En ese sentido, uno de los recursos más utilizados por la mujer sería la ocultación. No todas lo hacemos, claro está, pero sí una mayoría. La ocultación parece ser una especie de recurso de supervivencia para las mujeres, aunque a la larga no favorezca a nadie.


Cuando las víctimas de abusos intrafamiliares se deciden a hablar con la madre para explicarle lo que está pasando, o lo que pasó tiempo atrás, las reacciones de las madres suelen ser bastante estándar. Casi todas reaccionan de forma similar dando una bofetada; o diciéndole a la víctima que está mintiendo; o que está loca; o que lo provocó ella, o todo a la vez. Esas madres no se ocupan de sus hijos porque no les importan, les preocupa solo el bienestar del pederasta. Se trata de mujeres que prefieren sacrificar a sus hijos antes de admitir que se han casado con un pederasta.




Resulta curioso que muchas veces, a pesar de que el pederasta abusó de varios niños en la familia, cada víctima puede llegar a la edad adulta sin haber entendido nunca que no fueron las únicas víctimas en esa familia y que todos sus hermanos o primos sufrieron lo mismo.


Los abusos sexuales generan trauma porque son una experiencia altamente traumática, y por lo tanto generan disociación. La disociación puede llevar a diferentes consecuencias como la amnesia psicógena de la experiencia, es decir, al olvido. Y aunque la víctima no olvide la experiencia, su cerebro puede no estar funcionando de forma correcta.


A pesar de que la idea que prevalece es que los abusos no conllevan violencia física porque el pederasta seduce a los menores, esa es una idea errónea que hay que desterrar. Los abusos son violentos en la mayoría de los casos porque hablamos de violación. Y una violación a un menor de edad constituye un acto de violencia grave. Solo hay que pensar en la diferencia de peso del adulto y el menor. Además, muchos pederastas no son de tipo seductor, sino que son violentos y utilizan las amenazas y la violencia para someter al menor.


Muchos pederastas tratan de seducir primero a la víctima (grooming), y parte de esa seducción consiste en decirles a los menores que son sus "favoritos". Lógicamente, el violador les contará lo mismo a todas sus víctimas, aunque no sea verdad.


Los abusos, del tipo que sean, generan una dependencia emocional con el violador, y eso, junto a la disociación, puede hacer que las niñas que fueron víctimas, al volverse adultas, terminen por casarse con pederastas y hacerles a sus hijos lo mismo que sus madres les hicieron a ellas...



Y así es cómo los abusos sexuales pasan de generación en generación. El hombre actúa y la mujer perpetúa esas acciones. Lógicamente, esto les destroza la vida a los hijos, y el hecho de que la propia madre esté traumatizada o haya sido víctima ella misma, no justifica lo que hace, puesto que algunas madres traumatizadas denuncian los abusos a sus hijos.


Y es que, proteger a los hijos o separarlos del peligro no tiene que ver con el trauma, sino con la ética y la responsabilidad. Por eso no se puede justificar el comportamiento cómplice de pederastia apelando al trauma, a la disociación o a la victimización.


Al volverse adultos, la familia entera, no solo la madre, suelen darle la espalda a las víctimas que se atreven a hablar de lo que pasó, y se posicionan de parte del violador o pederasta. Es poco frecuente que las víctimas reciban apoyo de parte de la familia o de otras víctimas dentro del grupo familiar. Incluso en ocasiones las familias parecen apoyar a la víctima, pero luego se olvidan rápidamente y siguen la vida como si no pasara nada, relacionándose con el pederasta de igual forma.


Por eso, al hacer referencia a las bases de la pederastia y a lo que ocurre en estas llamadas familias pederastas, comprobamos que este comportamiento es muy similar al de las mafias.


A las víctimas que hablan para tratar de pedir ayuda les quedan pocas opciones: o se separan para siempre de todo el clan y no tienen lazos con nadie, o se amoldan a lo que quiere el resto del grupo y se condenan a simular para el resto de sus vidas que aquí no ha pasado nada. No hace falta ir muy lejos para darse cuenta de que, de optar por el segundo caso, esa víctima expondrá a sus propios hijos al pederasta, de nuevo, y así es como el ciclo se cierra.


Igual que ocurre en las mafias, la mayoría cree que todos en la familia deben pensar igual y apoyar al jefe del clan. Por eso todos pueden acabar poniéndose en contra de la víctima que decide revelarse. A veces estas víctimas acabarán incluso pidiendo perdón por haber hablado; a continuación seguirán viviendo en la negación.


No es extraño que estas mujeres les lleven sus hijos al pederasta en ocasiones como las celebraciones en navidad o en cumpleaños, y que dejen a sus hijos con los abuelos o cualquier otro miembro de la familia, aunque ellas ya sepan que esa persona es un pederasta.


Estas mujeres no parecen darse cuenta de que ellas no han sido las únicas víctimas de violencia sexual infantil en la familia, y tampoco pueden llegar a la conclusión de que sus niños también pueden convertirse en víctimas. Este comportamiento lo explica en parte la disociación, pero no solamente. El nivel de ética y responsabilidad ya comentados también lo explican, y, por qué no decirlo, hablamos de mujeres que no sobresalen en inteligencia.


En el fondo las familias pederastas parecen la representación realista de lo que pasa en la sociedad. La sociedad en su conjunto actúa de la misma forma cuando se ponen a favor de los pederastas y en contra de las víctimas. Aunque no lo parezca en un principio, cuando se observa de cerca es obvio que resulta fácil desacreditar a las víctimas de violencia sexual en general, y el ser humano tiene una tendencia a no querer meterse en asuntos espinosos como el abuso sexual. La tendencia humana es la de hacerse la vida fácil a uno mismo. Y en ese sentido, lo más sencillo es sentenciar a la víctima como mentirosa y pasar a otra cosa. Así se acaba el asunto para ellos.


Tomando en cuenta esto se podría decir que la sociedad termina siendo una especie de extensión de la familia pederasta. La sociedad entera se podría considerar una macro mafia pederasta donde solo unos pocos se atreven a decir la verdad o a ayudar a las víctimas.


El resto mira para otro lado.




Puedes escuchar el podcast vinculado a esta entrada aquí.


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