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Las partes disociadas de la personalidad

La Disociación Estructural de la Personalidad es una gran desconocida en psicología, a pesar de su recurrencia.



Desde hace algún tiempo hemos empezado a saber un poco más sobre la disociación cerebral y las partes disociadas de la personalidad. Este asunto parece haberse puesto de moda, aunque en la televisión la temática suele ser mostrada de una forma distorsionada.


La disociación cerebral de la que hablamos aquí se produce cuando hay trauma. Si la persona vive una experiencia traumática que no puede integrar en el momento en el que está ocurriendo, entonces se produce una disociación de las estructuras que normalmente estarían juntas, y eso permite a la persona sobrevivir a esa experiencia.


Cuando hablamos de integrar, en este caso hace referencia a la asimilación de los hechos de la vida, de su paso hacia la memoria a largo plazo y de su posterior integración con el resto de los recuerdos y experiencias normales que vivimos.

En realidad, la disociación cerebral es un recurso de supervivencia o de afrontamiento que nos permite sobrevivir. Ese cerebro, que no puede integrar el trauma como haría con cualquier otra experiencia de la vida diaria, lo que hace es disociarse. Esa disociación es un estado alterado de conciencia en el que se puede decir que la persona está físicamente en un sitio, pero su cabeza está en otra parte. La disociación conlleva a menudo una posterior amnesia psicógena, es decir, se produce el posterior olvido de la experiencia.


Cuando las personas sufren experiencias traumáticas, como violencias, negligencias graves o abusos sexuales en la infancia que se repiten a lo largo del tiempo, esa continuidad de experiencias hace que el cerebro pase a estar siempre disociado, es decir, en Disociación Estado. Hay personas que llegan a la edad adulta con un cerebro disociado por completo.


La disociación del cerebro trae ventajas en el momento en el que se está viviendo la experiencia traumática porque permite que la persona pueda sobrevivir, pero a largo plazo conlleva muchísimas dificultades en la vida.


Las experiencias traumáticas continuas a lo largo del tiempo pueden hacer que la personalidad original con la que nacemos se divida en dos: la PAN, Parte Aparentemente Normal, que lleva a cabo las labores cotidianas; y la parte disociada, que es la que sufre las experiencias traumáticas. Las partes disociadas son emocionales, y la PAN es fóbica de ellas, porque son las que cargan con las experiencias traumáticas.


Esto describe lo que llamamos Disociación Estructural de la Personalidad. Cuando sólo hay una parte emocional disociada hablamos de disociación estructural primaria. Si hay más de una hablamos de disociación estructural secundaria. Las partes disociadas vinculan con rasgos de nuestra personalidad, pero puede haber partes que se vinculen a otras personas, normalmente los victimarios, o los progenitores u otras personas de relevancia.



Por ejemplo, podemos tener partes disociadas que se expresen con mucha rabia; también podemos tener partes violentas, que respondan a la violencia que han sufrido; partes infantiles, como el niño interior, que no sería más que una parte disociada que ha quedado infantilizada; o partes muy sexuales, en el caso de los abusos sexuales.


Entonces, por un lado, tenemos a la parte de la personalidad aparentemente normal, PAN, y por otro lado a la parte o partes disociadas. Sucede que estas partes terminan funcionando de forma autónoma o independiente de la parte aparentemente normal, de la personalidad central.


Las personas mostramos diferentes partes de nuestra personalidad en distintos contextos, y lo que ocurre cuando no hay trauma es que todas estas partes funcionan al unísono, como componentes diferentes del mismo equipo. Sin embargo, con la disociación, estas partes no actúan bajo el control de la PAN, no actúan bajo las órdenes de nada. Entonces, cuando una de estas partes se encuentra de repente frente a un estímulo que hace que se dispare, esa parte se hace presente y toma el control. Por ejemplo, se provoca rabia en la persona, y la parte rabiosa toma el control.


Ahí, la parte disociada se superpone a la PAN y la persona empieza a actuar a través de esa parte disociada. Esta parte puede seguir activa durante horas o días. Después, es posible que aparezca otra parte que la sustituya; puede ser la parte central o normal quien la sustituye y todo vuelve a la normalidad. Este tipo de comportamientos son los que se clasifican normalmente como Trastorno Límite de la Personalidad u otros similares.



Esas personas pasan de una parte disociada a otra sin descanso, lo cual es un auténtico castigo, y causa un dolor intolerable para ellos y para todo su entorno. Pero, aunque no se tenga un trastorno de personalidad ni partes diferentes actuando cada una por su lado, se puede tener en un momento dado una parte disociada que traiga problemas en el control de impulsos.


Muchas veces las personas comentan que no saben por qué se comportaron de alguna manera, afirman que eso no soy yo, o que se sentían como si de repente fueran otros. Cuando oímos estas frases sabemos que estamos ante un caso de disociación.


Muchas veces las personas confunden las partes disociadas con el Trastorno de Identidad Disociativo (TID) antiguamente llamado Personalidad Múltiple. La diferencia es una cuestión de grados: la disociación sería el grado menor y el TID sería el de mayor grado mayor. El TID es el caso de disociación estructural más complejo, en el que la propia PAN se subdivide en varias personalidades.


Para que haya TID tienen que haber ocurrido unos traumas graves y repetitivos por parte de múltiples perpetradores desde el nacimiento. Las personas con personalidad múltiple (o TID) llevan una doble vida de verdad. Lo más frecuente es que quienes tienen TID no sean conscientes de lo que hicieron cuando estaban con otra u otras personalidades.


Una de las características de las personas con el cerebro disociado es que, cuando una parte toma el control, la persona es consciente de lo que está viviendo, puede recordar lo que hizo, aunque sienta como si en ese momento hubiera sido otra persona. Con la personalidad múltiple, aunque sí existen casos de personas donde unas personalidades conocen a las otras, no suele ser la norma.


A pesar de lo escabroso y problemático que parece, la disociación estructural de la personalidad es relativamente fácil de tratar, si se lleva a cabo el proceso correcto. Los resultados pueden ser bastante buenos, se debe ser paciente y mantener una constancia, y sobre todo se debe tener voluntad de cambio. Los cambios generados pueden aportar mucha tranquilidad y equilibrio a la persona, ayudando a tener una mejor calidad de vida.


Puedes escuchar el podcast correspondiente a esta entrada aquí.

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