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Los recursos en trauma: Recursos de Supervivencia y Recursos Creativos

Los recursos no se pueden entender como siendo la terapia misma, sino solo como una ayuda.


En psicología del trauma utilizamos el término “recurso” para referirnos a las capacidades, habilidades, objetos, relaciones y servicios que pueden proporcionar un apoyo que ayude a las personas a mantener la seguridad, o una dirección concreta de las cosas, o un sentido de sí mismos.


Se puede decir que los recursos se dividen en dos grupos fundamentales: los recursos de supervivencia y los recursos creativos. Los recursos de supervivencia serían los utilizados para soportar y superar el trauma o los trastornos graves como los trastornos de apego, o en general, situaciones difíciles de la vida.


Los recursos de supervivencia son los utilizados para soportar y superar el trauma. La disociación, de la que ya hemos hablado, es un recurso de supervivencia que todos tenemos. Los recursos creativos, por su parte, mejoran y desarrollan la capacidad integradora del trauma y mejoran la calidad de vida. Algunos de estos recursos creativos pueden ser la lectura, el estudio, las compras, las manualidades, cuidar animales, coleccionar objetos, hacer yoga, etc.


Cuando no se genera trauma o no se trata de una experiencia especialmente impactante, no tenemos tanta necesidad de usar recursos, porque las capacidades propias suelen ser suficientes para soportarlo. Es decir, el recurso es útil, sobre todo, cuando la experiencia desborda al sistema nervioso.


Si el trauma no se reprocesa encontramos que estos recursos de supervivencia pueden acabar transformándose en recursos patológicos y destructivos. Por

ejemplo, tirarse en paracaídas, tomar drogas, los deportes extremos, hacer

puénting, etc. Llevado más al extremo pueden convertirse en autolesiones, la ideación suicida o los intentos de suicidio.


Esto se desarrolla así por las siguientes razones: Nuestras respuestas al trauma dependen de varios factores. Hay personas que responden al trauma de forma hiperactiva, mientras que otras responden de forma hipoactiva. Las personas de tendencia hipoactiva son las que pueden tener preferencia por actividades semisuicidas como tirarse en paracaídas, los deportes extremos, hacer puénting, o etcétera. Esto es así porque estas actividades suponen una subida repentina de adrenalina, y se exponen a ellas de forma recurrente como medio para luchar contra esa hipoactivación del sistema nervioso, que suele conllevar depresión. Así, estas personas lucharían contra la depresión exponiéndose a estímulos que les supongan una subida de adrenalina y/o cortisol.


Visto desde fuera, este comportamiento se nos presenta como lo que harían las personas extravertidas, simpáticas o muy felices, cuando en realidad a su conducta le subyace del trauma; y cuando las personas necesitan este tipo de experiencias de forma continua, se trata de una patología. El peligro de esto, además de poner tu vida en riesgo, es que es adictivo.


Con respecto a los recursos creativos, no entrañan ningún peligro, pero pueden acabar siendo adictivos también. Estas actividades liberan endorfinas en el cerebro y por eso su falta puede hacer que las personas se sientan mal, y eso puede generar adicción. Hay que entender que el trauma deja al cerebro en un estado muy sensible a las adicciones. Una persona traumatizada tiene más tendencia a relacionarse con las cosas y las personas de forma adictiva, porque así es como funciona su cerebro.


Esta vinculación entre las expresiones creativas y el trauma es lo que explica que haya tantos artistas traumatizados. O, dicho de otro modo, que haya tantas personas traumatizadas que acaban dedicándose al arte. Muchos no pueden superar la fase de los recursos artísticos porque son adictos a la sensación que estos les provocan. Esto a veces es reforzado por los propios terapeutas o psicólogos, y eso es un error, porque esta forma de entender los recursos ancla a las personas en la infancia y refuerza el trauma.


De la misma forma que la tendencia en las personas hipoactivadas sería la del recurso de supervivencia o destructivo, para las personas hiperactivadas el recurso de preferencia en su día a día, sería el creativo, porque son cosas que ayudan a calmar un sistema nervioso que está muy hiperactivado. Así, una persona muy activada por dentro puede encontrar que le resulta muy relajante hacer manualidades; cuidar de sus plantas o de sus animales; hacer yoga; escuchar música relajante; etc.


Como puede deducirse, estas son las personas que se consideran introvertidas en la sociedad. Y sucede al revés de cómo la gente cree: los introvertidos tienen mucha energía por dentro y se dedican a hacer cosas que los calmen, porque si hicieran cosas que los activaran más, correrían el peligro de que su sistema nervioso se desbordara.


De la misma forma, los considerados como extravertidos van buscando actividades activadoras, con adrenalina, porque si no lo hacen se acabarían deprimiendo mucho. Lógicamente, hablamos de las personas que no hacen terapia reprocesadora de trauma, porque todo esto desaparece con estas terapias.


Durante un proceso terapéutico los recursos creativos pueden ayudar a las personas a estar mejor en su día a día, y a sobrellevar mejor los altibajos emocionales que puede provocar este proceso. Se utilizan mucho también porque mejoran la capacidad integradora del trauma.


Ahora bien, aunque que la realización de estas tareas llamadas recursos sean consideradas como terapias en otros contextos, no funcionan para reprocesar el trauma, por lo que en realidad no estaría siendo terapéutico en el sentido que se requiere en los casos de personas traumatizadas. Y no solo los que reciben las terapias se equivocan al creer que eso les ayuda; también los terapeutas o psicólogos se suelen equivocar. Realizar actividades creativas como pintar porque crees que eso es hacer terapia es explotar un recurso creativo para que esa persona se sienta bien de forma momentánea, pero no resuelve el problema a medio plazo ni a largo plazo.


Es fundamental no confundir el recurso creativo con la terapia. Ilustremos esto tomando un ejemplo de la medicina. Imaginemos el caso de una persona que se ha hecho un corte profundo en un músculo. En el hospital le tienen que poner 20 puntos en la herida para que se cure. Como eso es doloroso y hay riesgo de infección el médico le da unos medicamentos para el dolor y la infección. Ahora imaginemos que, en otro hospital, al mismo paciente, le ponen un poco de desinfectante, y le dan pastillas para el dolor y la infección, pero no hacen lo que de verdad cura, es decir, poner los puntos. Todo lo demás ayuda con el dolor y la posible infección, pero eso no es lo que cura en realidad. Si el paciente solo toma los medicamentos, y no le ponen los puntos, sufrirá unas consecuencias bastante graves: la herida seguiría doliendo y no se curará bien.


Con el psiquismo ocurre lo mismo. Cuando, en lugar de llevar a cabo el proceso que de verdad cura o integra el trauma, lo que hacemos es tomar los medicamentos, que en este caso serían los recursos creativos, que solo hacen sentir bien, olvidamos lo más importante, que es el reprocesamiento del trauma.

Así generamos adicciones en personas con cerebros disociados. Cuando ya sabemos que al integrar el trauma esos recursos dejan de ser necesarios porque ese cerebro ya no los necesita más.


Lo que lleva a las personas a buscar terapias a veces es la necesidad de sentirse bien. Con respecto a esto hay que decir que cuando se hace una terapia que de verdad integra, estos son procesos duros en los que las personas se pueden llegar a sentir bastante mal en el curso de las sesiones.


En esas terapias las personas tienen que traer al consciente, experiencias que pueden haber quedado disociadas; o cosas que no están disociadas, pero que duelen. Es decir, tienen que mirar de frente al problema, y la mayoría de las personas no quieren hacer tal cosa.


La obsesión por sentirse bien puede llevar a las personas a generar una adicción a los recursos creativos, confundiéndolos con la terapia misma. Esto los deja anclados al trauma y limita sus posibilidades de madurar.

Lo bueno de las terapias neuroreprocesadoras es que se pueden notar los cambios de inmediato, al término de cada sesión. Uno no tiene que esperar años para sentirse simplemente aliviado. El sufrimiento que se experimenta en el curso de la sesión vale la pena porque los resultados son visibles a corto plazo y se produce una mejoría notable.


A las personas con traumas graves se les pueden recomendar actividades que son recursos creativos, porque eso les ayuda en el día a día para sobrellevar lo que supone la terapia. Pero no se les puede decir que se pongan a pintar, como si eso fuera la terapia en sí misma, y no hacer nada más. Eso no le va a servir a esa persona para reprocesar un trauma generado, por ejemplo, por una agresión sexual que sucedió cuando tenía 10 o 12 años.


También resulta evidente que se debe marcar la diferencia entre los recursos destructivos y la felicidad. Una persona no es más feliz porque le guste tirarse en paracaídas. Tendemos a pensar que cuando somos adultos sabemos lo que queremos y lo que tenemos que hacer, pero eso no es verdad en muchos casos. Demasiado a menudo el cerebro se queda anclado en las edades donde surgieron los traumas, y eso hace que esa persona no madure nunca.


No se trata de decirle a la gente cómo deben actuar o qué deben hacer, pero es importante, desde una perspectiva psicológica, ser responsable e informar a la gente para que sepan qué es lo mejor para ellos.




Puedes escuchar el podcast vinculado a esta entrada aquí.


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