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¿Por qué me sigue doliendo a pesar del tiempo pasado?

El trauma puede dejar una huella en el cerebro y en la mente que puede perdurar toda la vida.


Muchas personas se preguntan cómo es posible que las pasadas experiencias sigan provocándoles dolor a pesar del tiempo pasado. Para entender esto primero tenemos que entender que hay una diferencia entre una experiencia que podemos calificar de dolorosa, y una experiencia traumática.

Las experiencias dolorosas, como por ejemplo el duelo por la pérdida de un ser querido, suelen ser experiencias que solo necesitan tiempo para integrarse de forma natural. Pueden causar mucho dolor a nivel emocional o llevarnos a cambios en nuestros hábitos de vida o a cuestionarnos cosas que antes no nos importaban, pero tarde o temprano las personas las asimilamos y podemos seguir adelante con nuestras vidas de forma normal.

El trauma, sin embargo, deja una huella en el cerebro y en la mente que puede perdurar toda la vida y que llega a ser incapacitante para los individuos. Mientras que las experiencias dolorosas se integran solas, el trauma precisará de ayuda externa para poder integrarse y volver a la normalidad. Así, muchas personas que han superado experiencias dolorosas se cuestionan por qué les cuesta tanto olvidar otras experiencias de su vida, o por qué determinadas imágenes vinculadas a experiencias vuelven y vuelven a su mente continuamente, o por qué el hecho de pensar en algo concreto los pone excesivamente nerviosos o excesivamente tristes, y todo a pesar de haber pasado mucho tiempo desde la experiencia original.

Sabemos que hay trauma por los diferentes indicadores del cuerpo, o por el comportamiento de las personas y por su funcionamiento a nivel emocional y cognitivo. Muy a menudo cuando hay trauma las personas sufren de estrés postraumático, que es un trastorno cuyos síntomas son flashbacks -recuerdos- muy vívidos de la experiencia, ansiedad, miedos, fobias y una gran hiperactivación nerviosa o, al contrario, una hipoactivación que puede llevar a la depresión. También algunas señales fisiológicas como palpitaciones o dificultad para respirar al pensar en el hecho traumático, trastornos alimenticios, trastornos del sueño concomitantes, etc. En los niños, además de todo esto, vemos que vuelven a fases anteriores de su desarrollo que estaban superadas. Por ejemplo, un niño puede volver a padecer enuresis nocturna (hacerse pipi en la cama), cuando esa etapa ya la había superado.


Pero no necesariamente las personas presentan estrés postraumático cuando hay trauma. Este se puede presentar con otros síntomas. A veces vemos que hay trauma detrás de una depresión profunda que viene acompañada de una negación de la propia depresión; puesto que la negación es uno de los recursos de supervivencia que utilizamos para sobrellevar las experiencias traumáticas. Otros indicadores de trauma pueden ser el aislamiento social voluntario; la evitación de ciertas situaciones, personas o lugares; las autolesiones; la ideación suicida; las obsesiones y compulsiones; o los conjuntos de secuelas traumáticas que se han dado en denominar enfermedades o trastornos mentales. Algunos ejemplos de estas serían la esquizofrenia, caracterizada por un conjunto de síntomas que encontramos mucho en los supervivientes de abuso sexual en la infancia; la fibromialgia, otro conjunto de síntomas que vemos también muy asociado al abuso sexual en la infancia y a la violencia física, etc.

Luego hay que distinguir entre el trauma simple y el trauma complejo. El trauma complejo se puede desarrollar en personas que han sufrido experiencias traumáticas continuadas a lo largo del tiempo, como los supervivientes de abuso sexual, las víctimas de malos tratos, muchos soldados y policías, víctimas de secuestros prolongados, y víctimas de negligencias en la infancia, entre otros.

Lamentablemente, en la sociedad existe la creencia de que el tiempo lo cura todo y esto no es verdad. Aunque esto puede funcionar con algunas experiencias de vida, con el trauma es absolutamente falso: El trauma no desaparece por si solo con el tiempo. A menudo el tiempo solamente empeora los síntomas, que van en aumento y hacen la vida más difícil. Por eso muchas personas se sorprenden cuando comprueban que, después de pasado mucho tiempo de la experiencia perturbadora, aquello les sigue molestando o que incluso han desarrollado un trastorno de estrés postraumático.


Eso tiene una explicación muy sencilla: El trauma hace que deje de funcionar la parte del cerebro que les pone la fecha a las experiencias de nuestra vida. Esta estructura se llama hipocampo y queda inhibido cuando sufrimos un trauma.



Quedan inhibidas también otras estructuras que hacen que la experiencia no pueda pasar de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo y hacer que se integre en la biografía de la persona de forma normal. Así, cada vez que esa experiencia venga a nuestra memoria sentiremos que la estamos reviviendo de nuevo, porque esa experiencia no tiene la fecha marcada; nuestro cerebro no la reconoce como una experiencia del pasado porque no se ha integrado de la misma forma que el resto de las experiencias. Por lo tanto, a todos los efectos el cerebro la entenderá como una experiencia que acaba de ocurrir, y por eso, cuando aparece espontáneamente en forma de recuerdo o flashback, vendrá con las mismas emociones, sensaciones y percepciones que sentimos cuando estábamos experimentando aquello, como si el tiempo no hubiera pasado. Y es que, para tu cerebro, el tiempo no ha pasado en lo que respecta a esa experiencia.

Esta es una de las cosas que hacen las terapias procesadoras del trauma, les ponen la fecha a estas experiencias para que el cerebro las pueda integrar y archivar donde corresponde, en el pasado. Después, aunque vuelvas a recordar la experiencia, ya no te perturbará porque para ti ya será una experiencia que ocurrió en el pasado, que está integrada y archivada donde le corresponde, que forma parte de tu biografía, pero que no te condiciona.

Con el reprocesamiento del trauma logramos hacer desaparecer también todas las emociones perturbadoras y todas las sensaciones físicas -o la falta de ellas- que van asociadas al trauma, de forma que a partir de ese momento puedas recordar aquella experiencia sin que te desborden las emociones, las sensaciones físicas, el pánico, la indefensión, la impotencia, o la vergüenza. Solo así podrás verte libre de una experiencia traumática.



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