Te conviene hacer terapia
Muchas personas no saben qué pueden esperar de una terapia ni hasta qué punto les puede ayudar a estar mejor.

Muchas personas no hacen terapia porque piensan que la psicología no les puede ayudar, o sencillamente no lo consideran pertinente. Otras muchas veces, cuando comienzan a considerar la posibilidad de hacer terapia, se preguntan qué pueden esperar de ella.
En esta entrada vamos a ver por qué nos conviene hacer terapia y hasta qué punto nos puede ayudar a cambiar nuestra vida.
Personalmente soy de la opinión de que, si eres mujer, necesitas algo de terapia casi seguro. El psiquismo femenino es mucho mas frágil que el masculino, y además las mujeres somos más tendentes a ser víctimas de violencias interpersonales.
Solo el hecho de afirmar que las mujeres son más frágiles que los hombres de alguna forma ya incita reacciones en contra y mucha rabia entre algunas. Estas reacciones son normales, ya que estamos en una época en la que las mujeres han sido aleccionadas a pensar que son fuertes y mejores que los hombres en todo lo que hacen. Pero sobre todo han sido condicionadas, o, mejor dicho, programadas, a creer que son iguales que los hombres en capacidades y habilidades. Tanto es así que hoy estamos todos obligados a repetir estos argumentos como si fueran mantras, aunque sea mentira y tú mismo no lo creas. Y hay que repetirlos así porque si no lo haces puedes sufrir represalias por parte de algunos grupos.
Se está volviendo una conducta común entre las mujeres la de ir en contra de cualquiera que no les diga lo que ellas quieren oír, aunque lo que les estén diciendo sea beneficioso para ellas. En ese sentido, decirles a las mujeres que se tienen que cuidar más que los hombres porque son más frágiles psíquicamente es un acto de amor y de asistencia hacia ellas. Pero muchas mujeres no lo van a entender así, sino que lo entienden como un ataque. Sienten que las estás despreciando o que estás siendo sexista contra ellas por afirmar que la mujer tiene unas vulnerabilidades que el hombre no tiene. Solo el hecho de que las mujeres entiendan esta recomendación como un ataque es el primer signo de que necesitan terapia.
Cuidarse y estar bien nos permite estar mejor en nuestro día a día. Nos permite también tomar mejores decisiones y, por lo tanto, obtener mejores resultados. Tener una mente clara y despejada nos ayuda también a reconocer cuándo alguien nos quiere hacer daño o a distinguir las malas intenciones en otros. En general, estar emocionalmente equilibrados nos permite ver la vida de otra forma y solo trae beneficios.
Así pues, dejemos claro que las mujeres tienen que hacer terapia, como norma general, y que afirmarlo es un acto asistencial. También deseo aclarar antes de empezar que cuando yo hablo aquí de hacer terapia me refiero siempre a las terapias neuroreprocesadoras y a ninguna otra. Los cambios de los que voy a hablar aquí los generan solo estas técnicas terapéuticas y nunca recomiendo que hagáis ningún otro tipo de terapia.
La lectura que deseo que haga el lector de todo esto es que uno no tiene por qué vivir con problemas, con desequilibrios o con un trastorno o enfermedad que le hace la vida difícil. La solución a muchos de los problemas de las personas está en la terapia neuroreprocesadora y por eso yo insisto siempre tanto en que las personas hagan terapia.
Conductas indicadoras de problemas
Además de aquellas situaciones obvias en las que ya todos entendemos que unas sesiones terapéuticas nos vendrían bien, hay muchas otras situaciones de vida indicadoras de que tenemos que cuidarnos.
Cuando no estamos bien tendemos a actuar de una forma que les hace daño a otros. Por ejemplo, tener partes disociadas puede hacer que cambiemos de humor demasiado a menudo, lo que genera caos en nuestro entorno. Si además alguna de esas partes disociadas en una parte alterada, muy enfadada o incluso agresiva, estamos hablando de un comportamiento muy disruptor que puede incluso acabar en malos tratos a otras personas, sobre todo a los menores de la casa. Si es tu caso y te ves en situaciones así a menudo, debes aceptar la responsabilidad por tus actos y hacerte cargo: Necesitas terapia.
Si nos vamos al extremo opuesto encontramos a menudo a mujeres que aparentan una felicidad sin límites y una energía inacabable; o bien que aparentan una perfección en todas las áreas de su vida que es difícil de creer. Las propias mujeres muchas veces se exigen a sí mismas dar una apariencia concreta que les de buena fama, o que aleje de los demás la idea de que algo puede no estar funcionando del todo en sus vidas. Es difícil que una mujer en esta circunstancia acepte que necesita hacer terapia, a pesar de la gran necesidad de ello que tienen. A nadie en su sano juicio se le ocurriría recomendar terapia a una mujer cuya vida es perfecta y feliz, ¿cierto? Pues yo lo hago, y lo hago porque yo veo más allá y cuando una mujer aparenta tanta felicidad es que oculta algo grave.
También encontramos a personas con problemas de vida de muchos tipos. Personas que creen que tienen “mala suerte” porque nada les sale bien. Cuando tenemos problemas internos, nos encontramos mal o tenemos desequilibrios, tomamos decisiones equivocadas que nos llevan a resultados catastróficos. Si no tienes una claridad mental que te ayude a tomar buenas decisiones en todas las áreas de tu vida, terminarás viviendo en un absoluto caos. En situaciones así intentamos resolver los problemas uno a uno como podemos, apagando fuegos y tapando goteras para que no se hunda el barco. La solución a todos estos pequeños problemas está en equilibrar la mente y darle claridad de ideas para una mejor toma de decisiones, y eso se consigue con terapia neuroreprocesadora.
En otras ocasiones no parecemos tener problemas psicológicos, pero tenemos una miríada de enfermedades físicas que nos hacen la vida difícil. Lo primero que hay que saber es que muchas enfermedades que se consideran físicas en realidad son secuelas de trauma. Por ejemplo, muchas personas que han sufrido abuso sexual en la infancia desarrollan fibromialgia, o dolor crónico, o fatiga crónica. Cuando hay dolor debemos sospechar que algo en el sistema nervioso no funciona bien y eso se puede arreglar con las técnicas neuroreprocesadoras. En concreto la técnica Brainspotting da unos resultados espectaculares a este nivel. Si ya lo has probado todo y nada funciona, considera esta recomendación.
Otras conductas que nos indican que hay problemas que se pueden tratar con terapia psicológica son las conductas adictivas. Los seres humanos somos tendentes a generar adicciones, aunque en muchos casos no suelen ser preocupantes. Si no puedes empezar el día hasta que te tomas tu taza de café es probable que seas adicto a la cafeína, pero eso no puede ser entendido como un problema. Y es así porque la conducta de tomar café es adaptativa. Es decir, aunque tomaras mucho café podrías hacer una vida normal a corto y largo plazo; tomar café no te va a generar estados alterados de conciencia (a la mayoría de las personas por lo menos no), ni te va a llevar a la paranoia, ni te va a intoxicar hasta que ya no puedas ni hablar ni caminar. En ese sentido, las adicciones que nos generen estados alterados de conciencia, como ocurre con todas las drogas ilegales, son susceptibles de ser tratadas con terapia. Estas son problemáticas que normalmente se tratan en el contexto de la medicina (con resultados muy pobres), pero que vale la pena tratar con terapia por varias razones. Primera, las terapias neuroreprocesadoras generan cambios a nivel neuronal y neural, lo que significa que ayuda a tus neuronas a dejar de conectar de forma patológica para comenzar a conectar de forma sana. Desaparece la adicción porque desaparece el craving o mono. No es que tengas que controlar tus impulsos de tomar tu droga, es que no sentirás más la necesidad de tomarla. Por otro lado, cuando las adicciones se han generado por trauma, como ocurre en la mayoría de los casos, tratando el trauma que lo originó en principio, puedes verte libre de la adicción ¡y del trauma! y comenzar una vida nueva.
Y cuando decimos una vida nueva, lo decimos de verdad.
Muchas personas consideran que ellos no necesitan terapia porque sus problemas psicológicos no les impiden llevar una vida aparentemente normal, pero por dentro están cargando con un peso emocional considerable que sí les pasa factura a largo plazo. Conductas típicas de estos casos son las personas que sienten la necesidad de emborracharse hasta perder el sentido una vez cada seis meses; las personas con altibajos emocionales constantes que les hacen mostrarse tranquilas y hasta felices un día, pero completamente deprimidas al día siguiente (partes disociadas); o las personas que llevan una vida completamente normal hasta que un día les da una depresión sin causa aparente a la que suele subyacer un trauma o un trastorno de apego grave.
Con respecto a los trastornos de apego, sabemos que estamos ante una persona con necesidad de terapia porque no sabe relacionarse con los demás. O pasa de una relación dañina a otra sin parar y sin reflexionar. Personas que no saben estar solas o, al contrario, que no saben tener pareja, por lo que siempre están solos. Aunque aparenten estar solos y bien suelen ser personas con un gran dolor interior, que sí desean relacionarse con otras personas, pero no saben cómo. Luego encontramos también muchas inseguridades y miedos, y una completa inutilidad a la hora de tomar una decisión. Las mujeres en particular tenemos grandes dificultades para tomar decisiones (generalizando) y solemos delegar en otros. Esto parece algo secundario, pero puede llegar a ser un grave problema. Por supuesto, si has estado o estás en una relación de maltrato necesitas terapia, y rápido.
¿Y cómo es hacer terapia?
El proceso terapéutico, si es bueno (integrador de trauma y apego), no suele ser un proceso agradable o que no conlleve pena ni dolor. Estamos acostumbrados a que nos vendan la terapia psicológica como una experiencia que nos ayuda a sentirnos bien y esta es una imagen errónea que lleva a las personas a muchos malentendidos.
Cuando estás integrando experiencias desagradables, o incluso traumáticas, normalmente vas a volver a vivir la experiencia con cierta intensidad. Eso significa que durante unos minutos puedes llegar a sentirte mal. Una vez que todo queda integrado el malestar desaparece y no suele volver a perturbar, pero el hecho de tener que volver atrás y revivir la experiencia es lo que lleva a las personas a negarse rotundamente a hacer terapia. Les atraen mucho más las pseudoterapias que les hacen sentirse bien momentáneamente, el sucedáneo, el pellet de azúcar para el ratón…
Entendemos que no es fácil, pero trae tanta paz y tanto equilibrio a las personas que seríamos irresponsables si no lo recomendáramos.
Por supuesto no es lo mismo reprocesar o integrar una sola experiencia desagradable o incluso traumática que intentar integrar unas negligencias graves en la infancia, o violencias graves, o abuso sexual. Si además todo eso lleva enterrado en tu cerebro muchos años entonces tenemos que entender que eso no se va a poder solucionar con unas pocas sesiones terapéuticas y que no será fácil, pero los resultados valen la pena.
¿Y qué cambios puedo esperar durante y después de la terapia?
Cuando hacemos terapia, lo que podemos -y debemos- esperar es que haya cambios. En ocasiones las terapias acaban integrando cosas que uno ni siquiera iba buscando. Muchas veces oímos a las personas en medio de su proceso terapéutico afirmar que están notando beneficios en diferentes áreas de su vida, pero sin vincularlo a la terapia. Lo explican como unos beneficios generados de forma espontánea. Por ejemplo: “estoy mejorando mucho, pero porque tengo una nueva pareja”, o “porque he cambiado de trabajo”, sin darse cuenta de que, quizás incluso el hecho de que hayan encontrado pareja o un trabajo nuevo puede estar directamente vinculado a estar haciendo terapia.
Y eso ocurre porque en el momento en que tú estás integrando experiencias perturbadoras, tu cerebro va a empezar a funcionar de una manera diferente, tú vas a ver la vida desde una perspectiva diferente, vas a tomar decisiones diferentes y vas a empezar a atraer a tu vida a personas diferentes, y esto no es magia, es que tú eres una persona diferente y la forma en que te presentas ante el mundo es diferente, y todo porque tú sistema nervioso ha cambiado.
Como ya hemos comentado, al hacer terapia reprocesadora, o integradora, cambiamos los circuitos neuronales del cerebro, las neuronas comienzan a disparar de formas diferentes, de formas sanas. Dejan de disparar de forma patológica, que fue la forma en que tu cerebro aprendió a actuar de niño, cuando aprendiste cómo comportarte en la vida. Por lo tanto, se hace evidente que, cuando se genera ese cambio no lo vas a notar solamente hacia dentro, también lo vas a notar hacia fuera, en todo lo que concierne a tus relaciones con otras personas.
Puesto que mucha gente no hace la conexión entre la terapia que están haciendo y los resultados que están obteniendo en su vida, muchas veces dejan la terapia mucho antes de lo que sería lo adecuado. Esto también es muy importante tenerlo en cuenta: hay que hacer terapia todo el tiempo necesario.
En consulta encontramos una cosa bastante graciosa y es que puedes estar observando los claros avances de un cliente en particular, a quien ves avanzar y evolucionar, con unos cambios evidentes en su forma de actuar, y en su cognición, pero que ella misma no reconoce. Porque hay personas que no saben ver sus propios cambios. Estas son las personas más susceptibles de abandonar las terapias porque no son capaces de darse cuenta de hasta qué punto les está ayudando. Si tú quieres saber si de verdad una terapia te está ayudando y no tienes la capacidad de verlo por ti mismo lo mejor es preguntar en tu entorno a las personas que te aprecian. Ellos van a ser los que antes noten tus cambios.
Aunque la duración de la terapia ha menguado bastante en los últimos años, una terapia en la que tengas que integrar violencias que duraron media vida no va a durar solo unas pocas sesiones. Para recuperar tu cabeza y estar bien hay que ser mucho más paciente con uno mismo. La buena noticia es que con las terapias integradoras lo que vemos es que hay cambios desde prácticamente la primera sesión, y que el cambio es progresivo, es decir, que vas a notar cambios a mejor en cada sesión.
Con respecto a esto hay que explicar también que, a veces, cuando estamos en terapia, tenemos altibajos, y un altibajo no significa que de repente ya no esté funcionando la terapia, o que no sea la terapia para ti. Los altibajos son normales en todos los tipos de terapias, pero sobre todo si estás integrando recuerdos traumáticos.
También es importante saber que cuando empiezas una terapia y tienes trauma grave, primero vamos a tener que solucionar lo más urgente, que quizás no sea lo más necesario para ti, pero sí es lo más urgente. Esto ocurre porque en el momento en que empiezas a activar ciertas partes del cerebro, se activa la memoria y pueden empezar a llegar recuerdos de experiencias que no esperamos, pero que hay que tratar, y solo cuando eso se calma podemos pasar a otras cosas…
Por supuesto, debemos tener en cuenta también las resistencias personales a cambiar ciertas cosas. Tú no puedes esperar que una terapia funcione y te ayude a cambiar algo si en el fondo no quieres cambiarlo, quizás porque obtengas una ganancia secundaria con ello. Siempre suele haber algo que no queremos tocar en terapia, pero tenemos que entender que haciendo esto nos estamos limitando a nosotros mismos. Y de nuevo, esto no significa que la terapia no funcione.
Resumiendo, las razones para hacer terapia son múltiples y no caben en una sola entrada, pero sí tenemos clara una cosa: te puede cambiar la vida.
Haz terapia.
Puedes escuchar el podcast vinculado a esta entrada aquí.