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Tipos de maltratadores y por qué se equivoca la agenda de género

No existe un solo perfil de maltratador, como no hay un solo perfil de víctima. Hoy vamos a ver diferentes casos para comprender la complejidad de la violencia de pareja.



Vivimos en la época de la victimización, y para que la retórica de la víctima perpetua tenga sentido, tiene que haber un perfil de victimario concreto, fijo y estanco y con unas características que lo hagan despreciable. Como con todo lo vinculado a la psicología y a la criminología, los fundamentos en los que se basan los supuestos expertos a la hora de hablar de la violencia de pareja son erróneos y falaciosos. Uno de los primeros errores que se comenten es el de clasificar al maltratador en un subtipo de persona específica, con unos patrones cognitivos y de conducta también específicos. Esto se traduce en que la violencia contra la mujer termina concibiéndose como una dinámica que se explica y se simplifica apelando solo a que los hombres son violentos y a que las mujeres son víctimas, como si estos elementos fueran estancos e inflexibles. En esta dinámica se da por sentado que solo hay un perfil de víctima y un perfil de maltratador.


Esta forma de pensar nos lleva a obviar e ignorar todos los matices que encontramos dentro de la dinámica de la violencia. Se da por sentado, en un ejercicio grave de ignorancia, que todos los casos de violencia doméstica (hoy mal llamada de género), se constituyen de los mismos elementos y que son iguales, y que, por lo tanto, se pueden tratar igual. Es solo el primero de muchos errores que se comenten con respecto a la violencia. Y esto nos importa porque de la comprensión que tengamos de la violencia dependen las soluciones que le pongamos. Y en ese sentido estamos errando el tiro de forma escandalosa.


Los estudios sobre la materia que se han realizado en los últimos treinta años han identificado y definido diferentes perfiles de maltratadores basándose en diferentes variables. Pero aquí yo voy a describir los perfiles que yo misma he definido a partir de mi propia observación del maltrato. Yo he podido distinguir perfiles diferenciados de maltratadores que se agruparían en varias categorías. Estos perfiles explicados aquí tampoco son estancos ni inflexibles; se prestan a modificaciones. Aún así, son generalidades que pueden crear una buena base para un estudio mucho más serio y profundo de la problemática de la violencia. Vamos a ver estos perfiles:


El maltratador psicópata

El primer maltratador en nuestra clasificación sería el psicópata. Estos hombres normalmente no han sido víctimas de nada, sino que son ellos los que siembran víctimas por donde van, empezando en su infancia. Aún en los casos en los que puedan haber sido víctimas, lo que sobresale en su personalidad es la psicopatía y no la victimización. Es decir, no es la victimización lo que los lleva a actuar como lo hacen.


Por norma, el psicópata no necesita desplegar la violencia para hacer su voluntad y tener a la mujer dominada. Ejercerá un maltrato psicológico y emocional en la mayoría de las ocasiones, aunque pueda llegar a ser físicamente violento. A las mujeres que se ven presas en relaciones de este tipo las leyes de violencia de género como las actuales no les sirven de nada porque estas mujeres viven en su mayoría en estado de terror. Estas son auténticas mujeres maltratadas que comprenden que su vida peligra si se atreven a denunciar. El problema grave que subyace a este tipo de hombres es que son sobre todo pederastas y el interés de controlar a la madre está en poder abusar sexualmente de sus hijos impunemente.


Ya hemos hablado de cómo la violencia de género obedece a un proceso de revictimización. La mujer que acaba en una relación de violencia es, en muchos casos, una mujer que ha sufrido violencias en su infancia, en particular abuso sexual. Estas mujeres tenderán a vincularse emocionalmente con pederastas en su edad adulta, cerrando el círculo de la violencia y permitiendo que el abuso pase de generación en generación en la misma línea familiar. En estos casos la violencia que sufre la madre es solo la condición que necesita el pederasta para abusar de los hijos y asegurarse de que la mujer no denunciará. Por supuesto, de esto no se habla en las universidades. Y no se habla porque se ignora.


El maltratador psicópata mantiene un control férreo de todo el grupo familiar y la violencia es unidireccional. Es misógino y no es raro que termine explotando sexualmente a la mujer o a los hijos o a todos. Existe una vinculación muy directa entre el abuso sexual en la infancia y la prostitución en la vida adulta, y el nexo de unión entre ambos suele ser el padre pederasta. Estos hombres suelen ser celosos, pero porque si la mujer se relaciona demasiado con otras personas corre el riesgo de que acabe denunciando los abusos a los que somete a los hijos.


El maltratador circunstancial

El segundo tipo de maltratador sería el circunstancial, que se subdivide en varios. La característica del maltratador circunstancial es que es un hombre inseguro y dependiente. Estas inseguridades se deben normalmente al trastorno de apego inseguro-ambivalente, lo que los hace dependientes de las mujeres en sus relaciones de pareja.


Dependiendo del nivel de inseguridad del hombre y de muchos otros factores que entran en juego, como la personalidad de la mujer que sea su pareja, el grado de violencia que pueden ejercer estos hombres será mayor o menor.


- Circunstancial I

Las personas nos unimos en pareja con otras personas con las que tenemos cosas en común. Estas afinidades son sobre todo psicológicas y emocionales. En ese sentido, las personas seguras de sí mismas salen con personas que también son seguras de sí mismas. Esto no es una fórmula matemática, claro está, pero es así en la mayoría de las ocasiones. En ese sentido, encontramos que la víctima atrae y se siente atraída por el victimario, siendo que estos dos son la pareja perfecta, con afinidades emocionales muy claras. Pero tenemos también otro tipo de pareja en la que se puede ver implicada la víctima, y es con otra víctima. Vemos muy a menudo a parejas compuestas de dos personas muy vulnerables con problemas de trauma o apego, que se atraen porque se reconocen el uno al otro como víctimas. En estos casos la afinidad vendría por la victimización. Aquí la violencia no suele aparecer a menudo, solo en casos residuales, y la mayoría de las veces hablamos de violencia verbal o psicológica y es algo que pueden hacer ambos componentes de la pareja.

En criminología se estudia que a menudo encontramos rasgos en común entre víctimas y victimarios. Este tipo de relaciones con maltratadores circunstanciales explicaría este fenómeno.


- Circunstancial II

Si elevamos un grado el nivel de trastorno de apego del hombre, tenemos otro perfil de maltratador circunstancial. Son hombres a los que se les nota que sufren, son frágiles y vulnerables y tienen mucho miedo a ser abandonados. Tiran de la violencia cuando se sienten acorralados y ocurre mucho más a menudo que en el ejemplo anterior. Vemos a estos hombres emparejados con mujeres exactamente iguales a ellos. Las mujeres en relaciones de violencia con estos hombres no pueden dejarlos porque se compadecen de ellos. Ellas saben que tienen problemas y los ven frágiles. Sienten que sin ellas no podrían continuar, y en cierto modo es verdad. Estas son parejas que se retroalimentan la victimización y la agresión el uno al otro; en estas relaciones la violencia (física) puede ser recíproca. No siempre ocurre, pero a veces sí. Lo más común es que la mujer sea agresiva verbal y psicológicamente y el hombre sea violento físicamente.


A rasgos generales, cuando una mujer tiene problemas de apego, la tendencia natural suele ser la de profundizar cada vez más en el perfil de víctima. Esto hace que se muestre cada vez más desvalida y vulnerable a medida que pasa el tiempo. En el hombre puede pasar igual, pero en ellos hay una mayor tendencia a la violencia porque el hombre es más físico y agresivo. Recordemos que el hombre aquí tiene sus propios problemas de los que no sabe ocuparse y que no puede soportar el peso emocional del trauma de su pareja. Todas estas suelen ser parejas de personas que no se aman, propiamente dicho, sino que les une la dependencia emocional que ambos sienten por el otro. Los disparadores que pueden hacer que esa relación acabe en violencia son la tendencia a la victimización de la mujer; la falta de capacidad de ambos para resolver los problemas de la vida; el miedo del hombre a que la mujer abandone la relación, es decir, el miedo al abandono que caracteriza a este trastorno de apego, y también cuando el hombre siente que tiene que comportarse como un adulto y tomar decisiones para las que no está preparado. El peso de la responsabilidad puede acabar creando una sensación de impotencia y frustración que acabe en violencia.


Las mujeres tenemos tendencia a delegar la toma de decisiones en el hombre o en otras personas, y en el caso de las mujeres víctima, más aún. Cuando estos hombres se ven en la disyuntiva de tomar decisiones para las que ellos tampoco están preparados, pueden sentirse desbordados. Recordemos que él depende de ella tanto como ella de él.


Este perfil de maltratador puede tender también a los celos y al control de la vida de su pareja, pero en este caso la mujer también puede llegar a tener esa tendencia. Sea cual sea de los dos que comience a comportarse de forma controladora con el otro, se lo contagiará al otro y terminarán controlándose el uno al otro. Aquí no vemos pederastia ni una tendencia a la explotación de la mujer por parte del hombre, aunque sí puede haber misoginia o sexismo. Si el trastorno de apego de ese hombre lo ha generado la relación con su madre, como suele ocurrir, es normal que él termine desarrollando misoginia. El odio a la madre se extenderá al odio a cualquier mujer, pero por unas razones muy diferentes al psicópata.


Como se está viendo aquí, dentro del perfil del maltratador que se conoce hoy hay muchos rasgos que pertenecen más bien a hombres con trastornos de apego. Hoy día y en la coyuntura social actual, cuando un hombre así se encuentra en esta situación, se verá sin apoyos y sin ayuda, también por parte de la psicología. Será clasificado como maltratador rápidamente y será tratado en consecuencia. Desgraciadamente, cada vez es más difícil encontrar a una psicóloga que no tenga el cerebro lavado con la ideología de género. En una situación como las descritas aquí muchas psicólogas (supuestamente expertas) clasificarían a un hombre así de maltratador, adjudicándole un estigma muy peligroso que se va a quedar con él para el resto de su vida, anulando cualquier posibilidad de cambio.


- Circunstancial III o TAP

Si elevamos el problema psicológico del hombre otro grado, entramos en el trastorno antisocial de la personalidad (TAP) (que no es psicopatía). Aquí se une el trastorno iniciado en la infancia con una tendencia marcada a la violencia. Y por más que estos hombres hayan sido víctimas de cosas terribles traspasaron la línea y se han convertido en victimarios, porque estos sí ejercen una violencia grave, a veces instrumental.


Habría dos tipos de violencia, la reactiva y la instrumental. La reactiva responde a una agresión o provocación previa, real o imaginaria. Se asocia con altos niveles de impulsividad, dificultad para el control de impulsos y escaso desarrollo de habilidades sociales; Es decir, trastorno de apego. Cualquiera de los maltratadores circunstanciales descritos aquí entraría en este perfil.


Por su parte, la violencia instrumental responde al deseo de obtener beneficios personales, sociales o materiales. Es la violencia que utilizan en su mayoría los psicópatas, y a menudo también los hombres que padecen TAP. No es tan extraño que tantos supuestos expertos sigan confundiendo el TAP con la psicopatía, puesto que el modo de ejercer la violencia y sus rasgos de personalidad pueden llegar a ser muy similares.


Pero hay una característica específica que los hace muy diferentes. Estos hombres TAP no nacieron así (el psicópata sí), sino que desarrollaron una personalidad violenta a causa de las violencias que ellos mismos sufrieron en su infancia. Y aquí no hablamos tanto de violencia física como de violencia sexual. El hombre TAP es superviviente de abuso sexual en la infancia en muchos casos. Una violencia sexual ejercida por hombres adultos y con el uso de la fuerza. El TAP es la respuesta psicológica de defensa al hecho de haber sido despojado del poder sobre tu propia vida, lo que ocurre cuando sufres abusos. Es la reacción defensiva, violenta, que estos hombres despliegan como modo de mostrar que ahora son fuertes y que saben defenderse. Estos son hombres violentos con todo el mundo, no solo con las mujeres, y suelen tener muchos problemas con la ley.


Uno de mis autores favoritos en lo que respecta a la psicopatía es Ronald Blackburn, un profesor emérito de la universidad de Liverpool, que creó una teoría sobre las diferencias entre psicópatas y TAP. Blackburn creó una clasificación propia de sujetos antisociales con varias dimensiones. En la primera dimensión encuadra la psicopatía, y la define por una impulsividad alta, agresión, hostilidad y una baja sinceridad. En la segunda dimensión encuadra al TAP, y los define como hombres que tienen estos mismos rasgos, impulsividad alta, agresión, hostilidad y una baja sinceridad, pero, además, son hombres tímidos, introvertidos y que padecen ansiedad y depresión, trastornos que no encontramos en los psicópatas. Los hombres de este segundo grupo son mucho más tendentes a solicitar tratamiento terapéutico y responden mucho mejor a la terapia que los psicópatas. Esta clasificación de Blackburn está bastante bien aceptada y encaja muy bien con lo que encontramos en la realidad.




Ninguno de estos maltratadores circunstanciales son maltratadores de verdad. Es decir, en circunstancias de vida diferentes no habrían acabado usando la violencia. Al contrario que con el maltratador psicópata, cuyo trastorno viene condicionado de nacimiento. Con estos argumentos no pretendemos excusar el comportamiento de estos hombres, pero sí es importante marcar las diferencias y entender quién es quién en lo que concierne a la violencia.


El pseudo-maltratador

El último tipo de maltratador es uno muy particular del que no se habla. Sería aquel hombre que nunca le ha pegado a una mujer y que se ve de repente en una relación donde acaba pegando a su mujer. Son casos de hombres que nunca se han visto implicados en relaciones de violencia, y que salen de esa relación y nunca más le vuelven a pegar a una mujer (ni a nadie…). Es decir, ni antes ni después esos hombres son violentos con nadie, solo con esas mujeres en particular.


Y yo sé que muchas personas no se van a creer esto, pero esto ocurre así. El problema con el adoctrinamiento en violencia de género es que se manipula la información de modo que muchas cosas quedan ocultas, mientras que se fomentan otras que no necesariamente son rigurosas.


A veces ocurre que el hombre se ve a sí mismo desplegando un comportamiento seudoviolento causado por desbordamiento. Y pensemos que para que un hombre tranquilo se desborde de esa forma el comportamiento de su pareja tiene que ser exasperante. Las mujeres no somos inocentes criaturas libres de todo mal. A veces también hacemos daño con nuestro comportamiento. Como ejemplo de lo que quiero decir me gustaría explicar algo: Yo comencé a incursionar en la problemática de las mujeres maltratadas hace más de veinte años, y en la vieja escuela nos enseñaban que el embarazo en la mujer es un disparador del maltrato físico. Por otro lado, sabemos que hay mujeres que se quedan embarazadas de los hombres a propósito y sin contar con ellos, cuando a ellas les apetece tener un hijo, o cuando el hombre amenaza con dejar la relación. Este es un comportamiento que encontramos mucho en mujeres traumatizadas y con trastorno de apego, pero no exclusivamente. Eso de quedarse embarazada cuando a una le apetezca sin contar con la opinión del papá de la criatura, es uno de los actos más mezquinos que puede llevar a cabo una mujer y, aun así, es uno de los grandes secretos del mundo. Aunque todo el mundo sepa que esa mujer se ha embarazado sin contar con el papá de la criatura, nadie se atreverá a decirlo y la mamá solo tiene que negarlo en caso de que alguien lo diga.


Es fácil entender que tener que hacerse cargo de una mujer y de un bebé al que no tú no quieres puede destruir a cualquier hombre. En ese sentido, no es ninguna tontería pensar que quizás estos dos hechos estén vinculados. Es decir, que el maltrato puede comenzar cuando ese hombre se ve desbordado por una situación que le supera. Huelga decir que estas mujeres no son de trato fácil. Una mujer capaz de engendrar una criatura para usarla como medio para un fin, esto es, conseguir que el hombre se quede con ella, es una mujer que ya se muestra a sí misma como manipuladora. Es el tipo de mujeres que harán lo que sea para salirse con la suya, y solo eso hace que sea muy difícil estar a bien con ellas. Es el escenario perfecto para una relación de violencia y eso no significa que ese hombre sea un maltratador.


Tampoco significa que la mujer tenga la culpa de la violencia ejercida sobre ella, pero sí que tiene que hacerse responsable de su comportamiento. La imagen de la mujer víctima que es inocente de todo mal y que de repente se ve en una situación de violencia sin haber hecho nada para merecerlo, se rompe en pedazos en estos casos. Aquí no hay nada de eso, y las mujeres nos haríamos mucho bien a nosotras mismas si reconociéramos que a veces podemos sacar de las casillas a nuestros hombres con nuestro comportamiento y si cambiáramos esa forma de ser.


Permitir que se clasifique a todos los hombres en estas circunstancias de maltrato como de maltratadores genera una visión distorsionada de la realidad, sin contar con el peligroso estigma que supone a día de hoy ser clasificado como tal. Parece que haya una intención de presentar al hombre como el malo de la película en todos los casos, al mismo tiempo que presentamos a la mujer como una flor inocente, un ser de luz incapaz de todo mal.


Con todo esto no quiero decir que el maltratador no exista; existe, claro está. Pero si queremos de verdad acabar con el problema de la violencia, tenemos que salir del encasillamiento absurdo en el que hemos metido a hombres y a mujeres. Las cosas no se solucionan estigmatizando al hombre y evitando que la mujer se haga responsable de su comportamiento. Seamos maduros.


Puedes escuchar el podcast correspondiente a esta entrada aquí.






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