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¿Y si no soy homosexual?

Hoy traspasamos los límites de la incorrección política afirmando que hay personas que se hacen pasar por homosexuales sin serlo. Hoy nos preguntamos qué pasaría si en realidad no fueras homosexual.



Cada vez conozco a más personas que afirman ser homosexuales sin serlo. Normalmente son adolescentes intentando encajar, o bien adultos que han quedado anclados en una mentalidad adolescente. Vienen a terapia enviados por sus padres cuando son adolescentes, o son casos de los que oigo hablar a través de las familias, que saben que sus hijos no son homosexuales, y que están siendo forzados a comportarse como tales de alguna forma. En este contexto sobresale el concepto de presión inter pares, que se refiere a la influencia que nuestro entorno tiene sobre nosotros. Los “pares” en este contexto, serían aquellos a los que consideramos nuestros iguales. En el caso concreto de la adolescencia hablaríamos de los amigos, de los compañeros de instituto, de los vecinos y de la gente del barrio. A esto habría que añadir también la influencia que tienen sobre los jóvenes todos los personajes que ven a través de la pantalla. Una influencia que consideramos extremadamente negativa, y ante la cual las familias y los padres pueden hacer muy poca cosa.



En el caso que nos ocupa vamos a hablar de adolescentes que son heterosexuales, pero que intentan hacerse pasar por homosexuales porque necesitan encajar en algún grupo. Cada generación tiene unos condicionantes sociales diferentes a los cuales los adolescentes se tienen que acomodar. El condicionante más sobresaliente en la era actual, aunque no el único, es la homosexualidad. Lo que esto significa es que se pueden dar situaciones en las que un adolescente se verá condicionado a afirmar que es homosexual, incluso sin serlo, para poder encajar, de la misma forma que antiguamente los homosexuales tenían que simular ser heterosexuales para encajar. Aquí hablamos del fenómeno inverso, es decir, de casos de heterosexuales que no han salido del armario, y de la misma manera que no querríamos que una persona homosexual estuviera condenada a vivir en la simulación como si fuera heterosexual, no podemos tolerar que los jóvenes heterosexuales se vean presionados para simular ser algo que no son.


Es comprensible que los adolescentes experimenten con su sexualidad. Hasta cierto punto los comportamientos de este tipo son normales, pero con el tiempo el joven va aceptando lo que es y pasa a comportarse acorde con su naturaleza. Excepto, claro está, si tiene problemas de algún tipo que se expresen en sus relaciones con otras personas.

La presión inter pares no es el único condicionante que puede actuar sobre el comportamiento de un adolescente y que le pueda llevar a comportarse como un homosexual sin serlo. Este comportamiento, de hecho, lo vemos mucho entre jóvenes y adultos que han sufrido abuso sexual infantil. Por ejemplo, el varón que ha sufrido abuso sexual a manos de un hombre puede desarrollar conductas homosexuales sin ser realmente un homosexual, porque las primeras experiencias sexuales que tenemos nos condicionan para el resto de la vida, máxime cuando estas experiencias son de abuso sexual. Por otro lado, tenemos el ejemplo de la chica que sufre abuso sexual a manos de un hombre y que de adulta tiene un comportamiento sexual lésbico porque los abusos le han causado fobia contra los hombres. Si no puede permitir que un hombre la toque, pero quiere tener relaciones románticas y no pasarse la vida sola, una solución puede ser hacerse pasar por lesbiana.



Pero aquí no hablamos de estos casos, que tampoco pensamos que sean la norma en la homosexualidad, sino que hablamos de casos de heterosexuales que no han salido del armario. Jóvenes que se sienten perdidos, confundidos y sin suficiente personalidad como para ser honestos consigo mismos como para declararse abiertamente heterosexuales, que es lo que son en realidad.


A estos farsantes que se hacen pasar por homosexuales se les distingue rápidamente por varias conductas específicas que despliegan. Por ejemplo, no tienen relaciones de pareja con nadie, ni con personas del otro sexo, ni con personas de su sexo. Esto nos da una clave importante, y es que este comportamiento denota problemas en las relaciones interpersonales. En las relaciones de amistad esto puede no hacerse evidente, pero cuando hablamos de relaciones de pareja, la cosa cambia. Además, una cosa es decir que eres homosexual, y otra muy diferente es tener relaciones homosexuales. Cuando una persona intenta hacerse pasar por alguien que no es hasta ese extremo, lo más normal es que tenga que enfrentarse a su propia disonancia cognitiva, que le acabará resultando intolerable en el largo plazo. Así es como se siente un homosexual que intenta hacerse pasar por heterosexual. Y es también como se sienten todos estos heterosexuales que se hacen pasar por homosexuales.


Para quien no lo sepa, la disonancia cognitiva es una sensación incómoda que aparece cuando nuestra experiencia no concuerda con lo que sabemos, pensamos, o creemos. Para entender la disonancia imaginemos que hemos descubierto que los Reyes Magos no existen, pero preferimos seguir creyendo que sí. La realidad no concuerda con nuestras creencias, y cuando ya tenemos datos que confirman esa realidad, la disonancia entre ambas nos hará sentir mal, ante lo que buscaremos cambiar nuestra creencia o acomodarnos. Si intentamos seguir creyendo que los Reyes Magos existen, nuestra mente tratará de justificar el haber tomado esa decisión, pero ese ajuste no puede durar mucho tiempo, porque la disonancia es, sobre todo, incómoda, y es difícil vivir con esa incomodidad. Por eso, tarde o temprano nos vemos obligados a rendirnos y a hacer aquello que nos trae más comodidad. En el caso del heterosexual que se hace pasar por homosexual, en algún momento tendrá que rendirse a la evidencia y comportarse como le manda su naturaleza.


Durante el tiempo que dure la farsa, puede ocurrir que estas personas tengan momentos de lucidez en los que dejen salir su verdadera personalidad. Aquí es cuando vemos otro detalle que nos puede dar a entender que esa persona no es lo que dice ser. Y pongo un ejemplo para explicar esto con mayor claridad: Tengo una amiga cuya hija adolescente afirma ser lesbiana, pero en ocasiones, cuando está relajada hace comentarios sobre lo guapos que son ciertos hombres. Al mismo tiempo, nunca hace comentarios sobre lo guapas que son ciertas mujeres. Cuando una se siente atraída por los hombres, como nos ocurre a las mujeres heterosexuales, no tiendes a fijarte en la belleza de otras mujeres, y aunque puedas comentar la belleza de otra mujer en ocasiones, la forma de comentar es muy diferente de cuando estás comentando la belleza de un hombre, esto es, una persona perteneciente al sexo que te atrae sexualmente.


Y es que, en su propio comportamiento se nota que estos farsantes se están haciendo pasar por algo que no son.




Con respecto a la actitud de la psicología, la verdad es que deja mucho que desear. Las personas que se han formado en la universidad en los últimos diez años han recibido todas el mismo tipo de adoctrinamiento sobre las temáticas que yo llamo “Intocables”, como la violencia de género, o todo lo que tiene que ver con lo LGTB.


Así, cuando una persona que se hace pasar por homosexual se acerca a la psicología, la respuesta que obtiene de los bien amaestrados psicólogos es que se le respeta su homosexualidad, dando por sentado que la persona es lo que dice ser. Se da por sentado que lo que le trae sufrimiento es que su familia no lo acepta como es, cuando a lo mejor, lo que hace sufrir a esa persona es un trastorno de apego, una experiencia de vida mal digerida, un enorme complejo de inferioridad que le obliga a simular ser alguien que no es, la culpa, etc.… Hay tantas cosas susceptibles de causar un daño emocional a las personas, que hacer un diagnóstico con tan pocos datos es una lotería. El psicólogo se queda con lo que le dice su cliente supuestamente LGTB, estigmatizando a toda su familia y al propio cliente, y no le da opciones ni salida a su situación, sino que le refuerza el rol de farsante sin opciones.


Ahora está entrando fuerte una farsa psicológica que llaman “terapia de

afirmación”, que consiste básicamente en decirle al cliente lo que quiere oír, hacerle la pelota y decirle a todo que sí. Una validación automática de tus argumentos que te den la razón sea lo que sea lo que digas. Algo que no existe ni ha existido nunca, porque los psicólogos no estamos aquí para decirles a las personas lo que quieren oír. Esta forma de actuar no es nueva, entró muy

fuerte con la psicología positiva, que adoctrinó a los psicólogos en la idea de que hay que decirles cosas buenas a los clientes, obviando los problemas y ofreciendo soluciones de Perogrullo, junto a una buena lista de infantilismos y de pautas idiotas. Esta supuesta terapia de afirmación es la última estocada que terminará de convertir al psicólogo en un mero robot, creado a imagen y semejanza de una generación pusilánime y sin mérito.


Precisamente, en el mérito se basa toda la teoría de la psicología de afirmación. O mejor dicho en la falta de mérito. Esto es “yo te digo lo que tú quieres oír y te concedo que tienes mérito sobre algo que quizás no sepas ni cómo se hace”. Se trata, literalmente, de hacerle la pelota a una persona a cambio de dinero. Nada que ver con hacer terapia.

Y por supuesto que hay jóvenes homosexuales que tienen problemas con su identidad sexual y que necesitan ayuda terapéutica. Como también hay homosexuales que no necesitan ninguna ayuda, y estos son la mayoría, porque hoy ya no necesitan esconderse y pueden expresarse con toda libertad. Si un adolescente solicita terapia, lo más probable es que lo que le cause sufrimiento no tenga nada que ver con su orientación sexual.


Si yo pudiera, lo que les diría a todos mis colegas y a la comunidad psicológica es que dejaran de presionar a los jóvenes a ser algo que no son, y que dejen de seguirle la farsa a la agenda LGTB como si no hubiera mañana. Observemos con atención, porque no siempre lo que las personas nos traen a consulta es el auténtico problema. Y aquí entiendo perfectamente lo que les estoy pidiendo a mis colegas. Decirle a un joven que viene a tu consulta afirmando que es homosexual, que en realidad no lo es, o siquiera insinuar que se pueda estar equivocando, es tan grave que te pueden llegar a denunciar, porque estos jóvenes no tienen personalidad, pero están empoderados. Y en ese sentido, entiendo que muchos psicólogos no dicen las cosas como son porque tienen miedo, lo cual solo me confirma que no hablamos de tendencias homosexuales auténticas, sino de adoctrinamiento en ambos bandos.


No hace falta ser tan políticamente incorrecto como yo e ir afirmando por ahí que es muy posible que no seas homosexual, pero se pueden hacer cosas para ayudar a estos jóvenes, como por ejemplo desviar su atención del hecho de ser homosexuales y trabajar con otras áreas de su vida hasta que queden resueltas. Muchas veces cuando trabajas con el apego y con la autoestima, y les ayudas a tener un mínimo de autoridad y les ayudas a que saquen su personalidad, las tonterías sobre la homosexualidad percibida suelen acabarse rápido.


Puedes escuchar el podcast correspondiente a esta entrada aquí.

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